Teoría crítica del teatro latinoamericano: una introducción

145 a Don Juan, el antiguo enamorado de Ana, y a Don Rodrigo, padre de Leonor. La casa, este espacio con múltiples divisiones internas, que posee puertas y ventanas que dan a patios interiores y a salidas alternati- vas, será el perfecto escenario para la representación del enredo, los personajes pueden esconderse y pasar de una habitación a otra sin que los otros los vean, permitiendo así confusiones que les provo- carán sufrimientos y congojas, pero que generarán la risa del públi- co, único testigo de lo que realmente ocurre. El espectador, desde su tribuna, puede ver el escenario completo, tiene una perspectiva privilegiada desde la cual verá a los personajes creer en una reali- dad que no es la real. Este efecto es, además, potenciado por un recurso muy simple y común en el teatro de la época: el aparte. Pero, al utilizarlo, sor Jua- na pone en tensión otro aspecto fundamental en la articulación de su discurso, ya que quienes cumplen el rol de comunicarse directa- mente con el público no son los personajes cortesanos, sus iguales, sino que los criados. Así se posiciona en primer plano la figura de la alteridad, del sujeto periférico y secundario, tal como lo hizo Velázquez en Las hilanderas. Celia misma es quien plantea, casi al principio de la jornada prime- ra, lo que parece ser la tesis de la comedia “Señora, nada me admira; / que en amor no es novedad / que se vista la verdad / del color de la mentira” (Cruz, 2013, p. 638). Los criados parecieran no caer en los equívocos de la percepción, sino muy por el contrario, son quienes advierten a los cortesanos, tanto los personajes como al público, de que lo que sucede no es real. Por otro lado, suelen ser, tanto en esta

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