Teoría crítica del teatro latinoamericano: una introducción

116 elo antiguo, y en el arte moderno la novedad era la ruptura, en el Barroco la novedad era la extravagancia ( ibid. , p. 344). En la época de la colonia, para Henríquez Ureña (1985), uno de los principios que prevalecían en la sociedad, además de la religión, era el de la cultura artística; “Suponía la coronación de la vida social, del mismo modo que la santidad era la coronación de la vida individu- al” (p. 123). Las fiestas eran realizadas a modo de ostentación, para que el pueblo pudiese admirar las riquezas que aún existían en el reino, o crear la ilusión de ellas. Estas fiestas tenían procesiones, fuegos artificiales y una gran cantidad de piezas dramáticas con la maquinaria tramoya más grande posible. José Antonio Maravall dice que: Las fiestas van ligadas, como manifestación característica, a la sociedad barroca, porque responden a las circunstancias de la misma. Son, como todos los productos de la cultura barroca, un instrumento, un arma incluso, de carácter político. Lo ad- virtieron reyes y ministros que gastaban en fiestas lo que no podían. (1975, p. 489) Entonces el atractivo por lo novedoso recalaría rápidamente en la literatura y en el espectáculo teatral. Aparecen autores como Lope de Vega, Luis de Góngora, Tirso de Molina o Francisco de Queve- do, aunque el más importante será Pedro Calderón de la Barca, autor que marcaría el fin del Siglo de Oro español con su muerte. Para José Juan Arrom (1967), las fechas de nacimiento y muerte de Calderón de la Barca también funcionan para separar los ciclos del teatro barroco latinoamericano, pero al revés. Entre 1600 y 1681 se encontraría el ciclo de “lenta alborada” del barroco latinoamericano,

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