El sexto continente : filmación en la Antártica chilena 1916-1973

Fotogramas de “La Universidad en la Antártica” (1962) 2012, p. 6). Guzmán Campos será uno de los más virtuosos exponentes de la fotogra- fía social en los años sesenta, reconocido por sus retratos del cantautor Víctor Jara y la dirección de fotografía en el documental “El circo más pequeño del mundo” (Joris Ivens, 1963). Del equipo, cabe detenerse en la figura de Luis Cornejo. A los 16 años, Cornejo debe abandonar los estudios para dedicarse a buscar trabajo, desempeñándose como obrero de la construcción y maestro baldosero. Su primera vinculación con el cine se da cuando ingresa a trabajar como extra a los estudios Chilefilms, lo cual despierta inquietudes artísticas que lo llevan a trabajar como guionista en radiotea- tros. Escritor autodidacta, en 1955 publica “Barrio Bravo”, libro de cuentos donde retrata con crudeza realista la marginalidad urbana de Santiago, con personajes posiblemente construidos a partir de sus propias vivencias. El libro goza favorable crítica y numerosas ediciones, aún cuando el interés principal de Cornejo era de- dicarse a dirigir películas. Ingresa como funcionario a Cine Experimental para desempeñar labores de producción, y su salto a la dirección se da de manera fortuita. Durante septiembre del año 1961, el Departamento de Geofísica y Magnetismo de la Universidad de Chile le propone a Cine Experimental la realización de una película que exponga la labor de investigación que realiza la Universidad en territorio antártico, lo que Bravo cataloga como “documentales institucionales” (Bravo, 2007, p. 3) a diferencia de sus propios proyectos. Ante el ofrecimiento, designa a Luis Cornejo para dirigir lo que sería inicialmente una pieza de carác- ter didáctico sobre aspectos científicos. Sin embargo, Cornejo y Guzmán Campos construyen una película que humaniza la condición del científico en condiciones de extrañamiento: “La película tiene una especial fijación en los detalles del cotidiano: desde cómo funcionan los equipos técnicos, hasta cómo se desenvuel- ven estos especialistas despojados de todo referente natural. La rutina se transforma en hábito, por lo que Cornejo busca la vida tras la mono- tonía de un espacio plano e inclemente, con témpanos de hielo mons- truosos al lado de estos hombres rodeados de pingüinos que parecen perderse y deshumanizarse, lo que Cornejo desarticula rápidamente, utilizando el juego, la convivencia o las festividades para humanizarlos. La película no sólo narra pequeñas-grandes anécdotas (el almuerzo, un cumpleaños), sino que muestra dos espacios: la fría y blanca antártica con una impecable fotografía de Patricio Guzmán Campos, yuxtapues- ta a la interioridad, donde lo “chileno” adquiere carácter de personaje por generar un nexo con lo identitario de este grupo que, solo por su posición geográfica, se transforman en “marginales”, “apartados” del común, que significa en este caso la vida citadina” (Horta, 2009). 56

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