Caricaturas de ayer y hoy

brecito gris, aplastado, como todos los hombre– citos que trabajan detrás de una ventani11a. Artemio: "¿No es aquí?. .. ¡Pero si mi jefe me dijo que trajera 42 tazas a la caja 2!. .." Hombrecito: "No." Artemio: "Entonces debe haber sido 2 tazas de té a la caja 42..." Otra vez Artemio se acerca a la oficina del jefe: "Hay un señor que está con gripe, con romadizo y con dolores de cabeza, que quiere entrar..." Y el jefe responde: "No, dile que aquí no cabe tanta gente..." Y Artemio sale desconcertado, con ese pasito arrastrado, la espalda gibada y pisando fuerte con sus en<?r– mes zapatos. Le gusta armar escándalo en lugares públi– cos. En un restaurante: "¡MOZO, A ESTA LANGOSTA LE FALTA UNA PATA! ¡Y YO PAGUE UNA ENTERA!" El mozo: "Perdone, señor. .. , no es culpa 94 nuestra... Usted sabe que estos animales se pelean entre ellos..." Artemio: "¡PUES, ENTONCES, TRAIGA- 1\fE AL VENCEDOR!" En la calle: Artemio se resbala con una cáscara de plátano, media vuelta en el aire, v al suelo. Aparece una señora: "¿Perdió algo, joven?" Y Artemio, tratando de pararse, mi– rando a la señora desafiante v mandándolc1 un poco al diablo: "Sí, señora·... , el equili– brio. .." Dice Pepe Huinca: -A Artemio no fo imenté de la nada. Simplemente surgió a partir de mis propias experiencias en una oficina pública. Creo que todos los otros personajes que aparecen en la tira le son comunes a ese mundo: el jefe, los empleados, la secretaria. Y las cosas que 1c suceden a Artemio en la calle, en su casa, en el trabajo, son las mismas que me están pa– sando a mí a diario. O que surgen despué~ de observar lo que pasa alrededor.

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