Caricaturas de ayer y hoy

glado que ahora y era ibañista act:rrimo en los comienzos. Pero luego se fue desilusionan– do, al punto de convertirse en crítico del régimen del General. Don lnocencio era el tipo que cada día se desilusionaba más de lo que llamafun "la revolución sin sangre", por– que, según él, cada día tenía menos cara de revolución. Tr{lhnindnr múltinle A través de este personaje, Osvaldo Salas agregó una nueva actividad a su currículum. Desde muchacho ya colaboraba en publicacio– nes de las Juventudes Comunistas, donde era responsable de todos los aspectos gráficos: dibujo, impresión, taller. Era un trabajador múltiple, y durante la etapa de la represión ayudó a mantener publicaciones cl0ndestinas. -Yo era un buen dibujante de letras. Tra– bajábamos haciendo decoraciones en vitrinas y cafés y restaurantes. Eramos un grupo de estudiantes. Nuestro centro· de operaciones era la Fech. -¿Desde entonces usted era humorista, y dívertido? -Siempre tuve un poco de condiciones para el humor. Incluso en los trabajos plásti– cos existe un sentido satírico. -Y como persona, ¿era ust(!d divertido? 68 (Osvaldo Salas es un hombre alto, casi tan lacónico al principio como el resto de sus colegas. "Uno se expresa a través de los di– bujos", dice. Nos recibe en su departamento, junto a su compañera, y entremedio de una multitud de dibujos, monografías e Inocen– cios.) -¡ Uff!, yo debo de ser tan divertido como la mayoría de los humoristas de mi generación. Somos bastante latosos. Uno anda con su vo propio y otro yo en potencia. Hay cosas, ach– tudes que uno en persona no podría desarro– llar, y sus personajes rea1izan ·por uno. Si yo quisiera saltar sobre los hombros de una dama en la calle, no podría de buenas a primeras. Y mando entonces a don Inocencio. Esto me recuerda la serie de "El doctor Merengue", que personificaba a un dottore de edad, gran– dote, bien vestido y con un aspecto muy serio, del cual siempre se desplazaba otro con las mismas características, pero haciendo pu– ras tonterías. Todos tenemos nuestro dottore. "Recuerdo que una vez dábamos vueltas por el centro con Oski, casi sin hablar. Y todas las arremetidas que hacíamos ¡para esta– blecer una conversación fracasaron. Nuestro paseo fue como una conversación de mudos. Pienso que él se debe de haber aburrido tanto como yo. Hay tipos dicharacheros, que andan con el chiste a flor de labios. -Y usted no es de ésos.

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