Asi trabajo yo - tomo IV

• Al otro lado del tren El caserío del sur de Quinchamalí parece anunciar que allí no se hacen las mismas lozas que donde las "jugueteras" (como ellos lla– man a las laceras que trabajan las figuras). En vez de ranchas y casi– tas de concreto tapadas por guindos, higueras y manzanos, aquí comienzan las lomas. Una que otra casa dispersa tiende a diseminar, a desintegrar un poco esa gran familia de las loceras. Aquí sí que las mujeres muestran un aire más primitivo. Pareciera que no quisie– ran salir de su historia inicial, la historia de los grandes cántaros, la historia de las ~pata y las Grandón. Todavía quieren mantener un poco en el anonimato su trabajo. A la locera del sur de Quin– chamalí no es tan fácil hacerla conversar, y muestra con timidez sus trabajos. Doña J µana Romero es una de las pocas artesanas que hán salido de su tierra natal, y ha recorrido el país en exposiciones. -El plato era lo que más se vendía aquí antes. La fuente, los cántaros materos, las ollas. Ahora vienen turistas de todas partes v llevan de todo, pero la plaza fuerte de nosotras es el Mercado de Chillán, donde más nos compran. Yo antes entregaba a Cerna, sí, si pagan bien y estan siempre recogiendo tiestos. Es gente que apre– cia lo que una hace. Pero mis hijos... , no hay caso; tengo nueve, v dos de ellas, Israela y Dionisia, no más me ayudan a locear. Los 75

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