Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

El individualismo y sus malestares / Alain Ehrenberg – 69 nuinamente colectiva. Desde este punto de vista, la autonomía no es algo que se pueda compartir, que podamos tener en común. Más bien divide a la gente, com- prometiendo la solidaridad colectiva. Yo sugeriría que esto ocurrió en dos etapas. Al principio, la aspiración a la autonomía –que se desarrolló durante los años conocidos como los “Treinta Gloriosos” (1945-1975), tanto en las sociedades europeas como en la norteamericana– era una aspiración hacia más libertad o independencia de las limitaciones sociales a fin de facilitar una vida más gratificante. Desde entonces, la autonomía ha modelado el dominio moral para elegir el tipo o estilo de vida que queremos vivir. Sin embargo, esto se ha hecho de una manera que implica, además, la competencia y la demanda de ciertas formas de cooperación (“trabajo en equipo” corporativo, por ejemplo). Es posible que hayamos logrado la independencia en el ámbito de la moral. Pero en el ámbito de la acción, es la competencia y la coopera- ción las que conforman las duras realidades de nuestro modo de vivir la autonomía. Pareciera que, en el cambio de la aspiración a la condición, desde estar subordinada a la posición suprema en la jerarquía de valores, la “autonomía” ha venido a cambiar su significado social . Este es el cambio que divide a la sociedad francesa contemporánea. A través del miedo a la desintegración de la sociedad y de los llamados a su remo- delación, la real cuestión de fondo es la crisis del concepto francés de “igualdad”, en términos de protección frente a los cambios dramáticos que implican nuevas formas de desigualdad y pobreza en el contexto del nuevo régimen de autonomía. La igual- dad se entiende hoy, cada vez más, en término de igualdad de oportunidades, donde la tarea es volver a los individuos capaces de aprovechar las oportunidades, ayudán- dolos a entrar en competencia . Además, las desigualdades de hoy se entienden cada vez más implicando la responsabilidad personal, porque en las economías contem- poráneas basadas en el conocimiento, la oportunidad se entiende en gran medida dependiendo de las propias capacidades relacionales y cognitivas de una persona 30 . La retórica actual en relación al debilitamiento de las relaciones sociales no es muy útil. Es demasiado universalizante, porque sólo denuncia el mal, diciéndonos poco o nada sobre los resortes de la acción. Esta es una preocupación recurrente, según lo indicado por aquella frase que Émile Durkheim escribió en 1906: “El sentimiento de obligación varía constantemente – tanto es así que uno se olvida de esta variabilidad, se podría pensar que el sentimiento había desaparecido simplemente porque había cambiado. Eso es lo que está sucediendo hoy en día en la sociedad francesa” 31 . A través de esta nueva crisis del sentimiento de obligación puede ser, sin embargo, que simple- mente estemos presenciando el doloroso nacimiento de un nuevo “ self francés”. 30 Véase, en particular, Gosta Esping-Andersen, Duncan Gallie y Anton Hemerijk, Why we need a new Welfare State (Oxford: Oxford University Press, 2001). 31 Emile Durkheim, “Determinación del hecho moral,” en Sociología y Filosofía (1906; Granada: Comares, 2006), 70.

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