Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

¿Freud sin malestar? / Pierre-Henri Castel – 31 los individuos y se basan en la disolución de los lazos tradicionales (como aquellos de la familia, por ejemplo). En ellas, el factor socializante por excelencia es, enton- ces, la autonomía de los individuos, la cual encarna el cemento paradojal, la norma o la referencia que mantiene unido el colectivo, la idea compartida más común, aquello que en una sociedad individualista se espera de todos y de cada uno: de los niños que se educan, de las parejas sentimentales, de los trabajadores o de los ciuda- danos; de quienes se anhela que sean autónomos en su juicio, en su afectividad, en sus elecciones, etc. Sin embargo, tal autonomía es, al mismo tiempo, una fuente de angustia, toda vez que ella es experimentada por los individuos, uno a uno, como una experiencia difícil de distinguir del aislamiento e, incluso, del abandono. Me temo, no obstante, que las mencionadas sociologías psicoanalíticas de nuestros días, lejos de atender a las anteriores consideraciones, promueven la ex- plotación ideológica de El malestar para construir, a partir de Freud, una psico- logía de la subjetividad moderna que, radicalmente pesimista, cree ciegamente en la existencia de algo así como un “individuo asocial” real, justificando con ello la formulación de un llamado al orden simbólico en todo semejante a aquel que Hob- bes hacía a la ley civil, a fin de templar desde el exterior una pulsionalidad y un goce (auto-)destructivo. Confundiendo totalmente el individualismo – que es un principio social de simpatía – y el egoísmo o, incluso, el solipsismo – los cuales son vicios morales –, esta psicosociología sobrevuela las críticas revindicadas desde una lucha política contra el neoliberalismo contemporáneo (siendo ella tan vagas como este último concepto). Este parece ser el resorte actual de una serie de juicios acerca de la vida social, donde se reclama la autoridad no del psicoanálisis, sino de una cierta filosofía del psicoanálisis que domina El malestar. A nadie le importa que, en las antípodas de esta idea social del individuo en conflicto con la sociedad, Lacan ponga en movimiento una concepción durkheimiana de lo social: la postura del pájaro de mal agüero y la plusvalía mundana que se obtiene de este catastrofismo, se lleva todo a su paso. Haciendo pasar el bisturí del análisis por los puntos que he enumerado, se cons- tata finalmente – y esto es, en mi opinión, capital – que la refutación de las con- secuencias políticas reaccionarias (o, más precisamente, anti-modernas) del biolo- gicismo freudiano, en modo alguno implica que se renuncie, en cuanto tal, ni a la idea de pulsión de muerte ni al análisis clínico del superyó. Es en esto, sin embargo, aquello en lo que los lectores de Freud han tropezado, y yo espero haber podido demostrar que era algo posible de evitar.

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