Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

30 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha se detuvo ante el “pánico” que captura a un ejército en retirada y disuelve al grupo en individuos enloquecidos, o ante la “escisión” que, por contraste, fragmenta a la secta en grupos o en sub-grupos (y no en individuos). Manifiestamente, estos dos ejemplos se refieren al efecto organizador o unificador que puede tener un “ideal” compartido o común (desde este punto de vista, el Uno en cuestión conserva, en el caso del ejército y de la secta, los rasgos edípicos de alto nivel, neuróticos, dice Bion). Pero hay muchas otras formas de grupalidad y de crisis de la grupalidad, mientras que toda la teoría bioniana de los “supuestos básicos” 26 en el trabajo de los grupos representa un estudio sobre mecanismos más profundos, los cuales son manifiestos en las psicosis. Pero no es el detalle lo que más importa aquí. Solamente quería subrayar hasta qué punto no existe ninguna especie de problema del psicoanálisis con el hombre social. Es perfectamente posible ahorrarse las aporías constitutivas del individua- lismo que, complicadas aún más por un naturalismo biologizante, provienen en el caso de Freud de elecciones filosóficas extrínsecas. Pero, más allá de su estricta discusión filosófica, esta perspectiva, la cual sólo he podido esbozar aquí en sus rasgos más generales, no va sin comportar incidencias sobre los usos ideológicos de El malestar , particularmente en aquello que prolifera en nuestros días bajo las formas más dudosas de una sociología psicoanalítica que pretende, a pesar de La- can e incluso en nombre de Lacan, devolverle la vida a la “psicología de las masas” para, en una palabra, insuflar en Lacan el espíritu naturalista e individualista de Freud, promoviendo una naturalización de su concepto de “orden simbólico” e in- ventando el extravagante mito de un individuo hipermoderno cuyo goce pulsional lo confrontaría, tanto contra el lazo social como contra su enemigo. Esta mitología del individuo que se vuelve contra la sociedad, lejos de ser una idea sociológica, es una idea social ; es decir, no constituye una idea verdadera sobre la vida social, sino más bien una idea tipo referida a una determinada vida social que, en este caso, concierne la vida de las sociedades individualistas modernas. De hecho, ella también se arraiga en aquello que, de manera notable, Alain Ehren- berg indicaba como “el mito del debilitamiento de la regla social” 27 : la creencia que, sostenida cuando ya no se comprenden las mutaciones de las formas de in- dividualización impuestas por la vida social, la propia vida social se encuentra en vías de disolverse, o bien que el socius se está deteriorando, al igual que otras tantas pamplinas catastrofistas tan características de la inquietud individualista. Pues lo propio de las sociedades individualistas es suscitar una permanente inquietud res- pecto del lazo social, ya que precisamente ellas funcionan para la emancipación de 26 Ibíd, 109. 27 Alain Ehrenberg, La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad (Buenos Aires: Nueva Visión, 2000).

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