Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

¿Freud sin malestar? / Pierre-Henri Castel – 21 de la cultura, pero también la ley civilizatoria y/o humanizante) permanece en una relativa exterioridad y contingencia respecto del organismo pulsional inicial, tanto en lo referido a sus apetitos como a lo implicado en su condición mortal. Las paradojas de esta posición naturalista e individualista explican los impases que Freud admite en su propia progresión lógica: las explicaciones ad hoc y la sos- pechosa multiplicación de duplicados conceptuales (como, por ejemplo, “superyó individual”/“superyó social”). Según Bion 7 , la aproximación de los grupos demuestra a contrario que esta con- cepción individualista y naturalista resulta lógicamente independiente del resto de los conceptos psicoanalíticos freudianos. Más aún, lejos de limitarse al plano lógico y conceptual, dicha independencia es también empírica y clínica. En tal sentido, adoptar un punto de vista filosófico diferente al de Freud acerca del hecho social y de su textura psicológica, no implica de ningún modo apartarse del psicoanálisis. Pues el hombre, recuerda Bion, sólo es concebible como animal social, y no como un or- ganismo individual que sufre la ley de su socialización al modo de una contingencia más o menos exterior. La consecuencia crucial para la pulsión de muerte en Bion, es que ella no encuentra su punto de aplicación en el individuo aislado – como sería el caso en Freud –, ni en su unidad psíquica (el sí-mismo) – como ocurriría enMelanie Klein –, sino que a nivel del individuo-en-relación. La independencia del naturalismo y del individualismo metodológico freudia- no, por una parte, y el juego de sus conceptos propiamente psicoanalíticos, por otra, permiten decantar aquello que, por un lado, se inscribe dentro del psicoanálisis y aquello que, por otro lado, resulta de un cierto efecto ideológico rezagado, actual- mente manifiesto en las lecturas pesimistas y, a su vez, anti-modernas y reaccionarias de su pensamiento (las cuales avanzan bajo el estandarte de la defensa y de la restau- ración del orden simbólico). En esto consiste, en pocas palabras, el argumento que propongo. Ahora voy a tratar de aclarar sus premisas. En relación al primer punto, me limitaré simplemente a mostrar el desplaza- miento sensible que Freud impone desde las primeras páginas de El malestar. Escép- tico del “sentimiento oceánico” 8 , Freud es incapaz de negar por completo el hecho de que las culturas orientales parecen haber realizado una elección que, opuesta a la nuestra, no parece menos justificable de acuerdo a la propia lógica freudiana. En efecto, para que se tenga la ilusión de recuperar la relación primaria al Todo, resulta necesario haberla perdido (y creer, tiempo después, haberla recobrado alucinatoria- mente). Por lo tanto, ella sobrevive en nosotros producto de esta “división”, mientras que goza igualmente de la misma amplitud de sentido 7 Wilfred Bion, Experiencias en grupos (Buenos aires: Paidós, 1979). 8 Freud, El malestar, 66.

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