Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

196 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha Epílogo: el negativo del don Se podría decir entonces que, en cierto modo, el supery ó sería el negativo del don , sin por ello sugerir ningún disfuncionamiento, ningún fracaso, ningún declive, ningún déficit del don en cuanto tal. Aún bajo el pleno imperio del superyó ni el don ni menos aún su exigencia dejan de estar plenamente presentes. Pues si el don concede obliga- dos saludos, cumplidos y buenaventuras, el superyó fuerza a entregar burlas, injurias y desprecios. De hecho, el superyó no sólo representa la cara opuesta del don, sino que además lo hace sobre un doble plano. Por una parte, a nivel del superyó, la dádiva no recubre, como si lo hace en el don, la obligación y, a la inversa, se encuentra indefec- tiblemente velada por aquella. Por otra parte, mientras lo sacrificado por el don es característicamente un objeto (en nombre de un sujeto), el superyó exige el sacrificio del sujeto (en nombre de un oscuro objeto). Si, en el fondo, el don constituye –como lo sugiere Sahlins 34 – la conjuración de la guerra mediante la reciprocidad reclamada, entonces el superyó restablece precisamente el horizonte de la guerra a través del don –igualmente demandado– de la muerte (propia o, como en la vendetta , ajena). En tal sentido, la diléctica tensión contenida entre don y superyó parece prolongar el insoslayable conflicto que, entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, atraviesa –siguiendo a Freud 35 – el conjunto del trabajo de la cultura. Pues, conforme a su lugar privilegiado en la institución de la alianza, el don se empeña en la tarea que, “plantea- da por Eros e incitada por Ananké” 36 , busca reunir en comunidad a los seres huma- nos; mientras que, volcando buena parte de sus esfuerzos hacia una desagregación del colectivo al mismo tiempo exigido y hacia una individualización del sujeto para –así como en El corazón delator 37 – condenarlo a su encierro en el punto más inconfesable su intimidad, el superyó entraña –al decir del propio Freud– “un cultivo puro de la pulsión de muerte” 38 . No obstante, así como “las dos variedades de pulsiones rara vez – quizás nunca – aparec[e]n aisladas entre sí” 39 , de igual modo resulta inusual que don y superyó conformen polos puros enteramente divorciados. Es que no sólo el don inscribe en el superyó la obligación de la deuda, sino que también el superyó convoca en el don la coacción del deber 40 . 34 Sahlins, “El espíritu” 35 Sigmund Freud, “El malestar en la cultura”, en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 21 (1930[1929]; Buenos Aires: Amorrortu, 1986), 57-140. 36 Ibid, 135. 37 Edgar Allan Poe, “El corazón delator”, en Cuentos completos (1843; Madrid: Páginas de Espuma, 2009), 137-141. 38 Freud, “El yo y el ello”, 54. 39 Freud, “El malestar”, 115. 40 Para una distinción, más precisa y pormenorizada, de los planos de la obligación y de la coacción ( Zwang en alemán, contrainte en francés), respectivamente referidos a la norma y al superyó, cf. Étienne Balibar, “Freud et Kelsen, 1922. L’invention du Surmoi”. Incidence 3 (automne 2007): 21-72.

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