Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Sueños de niños, recuerdos de padres / Marta González – 113 infantil, posibilitó el tiempo presente del soñar. Presente del sueño que posee una trabajosa historia: […] al trabajo del sueño le hacen falta a menudo más de un día y una noche para brindar su resultado […]. Es como un fuego de artificio cuya preparación lleva mu- chas horas pero se enciende en un momento. 2 Dormir y despertar es una oscilación frecuente que encontramos en la vida nocturna infantil, la cual es testimonio del arduo trabajo de inscripción psíquica en el que se encuentra cada niño y que nos habla del tiempo singular de la infancia, un tiempo que insiste en ser historia. Los pensamientos y las sensaciones que no se detienen durante la noche, en caso de no encontrar el telón del sueño para ser proyectados, encontrarán en su defecto la superficie del cuerpo y la superficie de la casa para ser descargados. Superficie de la casa que los niños recorren con su cuerpo en desplaza- mientos nocturnos que tendrán lugar mientras el aparato psíquico aún no encuentre al sueño para poder continuar durmiendo. A sus tres años de edad, María llegó en busca de representaciones que perdura- sen y mantuviesen vivas las huellas mnémicas que insistían en permanecer. La noche de María comenzó a incluir sueños, la motilidad de su vida nocturna comenzó a ser inhibida, las investiduras comenzaron a retirarse del mundo exterior para dirigirse al mundo de los sueños. En cierto momento del trabajo clínico, la pregunta por el ori- gen de la dificultad de María pudo encontrar un tiempo más preciso. Recordemos que los padres, ante la pregunta por el tiempo de inicio de la dificultad de dormir, respondían con un “desde siempre” que instalaba una atemporalidad, un presen- te perpetuo donde resultaba imposible construir alguna historia de su dormir. El origen comenzó a situarse a través de los recuerdos que los padres pudieron traer al encuentro trasferencial, origen nombrado y construido que gradualmente permitió un nuevo comienzo, que redistribuyó las investiduras, pudiendo estas ser, en cierta forma, expulsadas y proyectadas sobre el telón del sueño. Escogí esta problemática porque se ha presentado con frecuencia en mi prác- tica clínica. Niños que no duermen, en quienes el cuerpo propio se erige como el lugar privilegiado en el cual anclar historias no metabolizadas donde el malestar no logra encontrar algún otro destino. Y resulta que será, también, el cuerpo propio el que emprenderá los movimientos necesarios para abandonar ciertas modalidades de satisfacción pulsional y – transferencia mediante – investir nuevos espacios que permitirán descomprimir ciertos afectos que no logran representarse o, más bien, figurarse 3 para dar algún destino al malestar. Afectos que, por lo tanto, podrán en lo 2 Sigmund Freud, “La interpretación de los sueños”, en Obras completas de Sigmund Freud , vol. 5 (1900[1899]; Buenos Aires: Amorrortu, 1991), 567-568. 3 César Botella y Sara Botella, La figurabilidad psíquica (Buenos Aires: Amorrortu, 2003).

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