Experiencias en América Latina: el desafío de evaluar programas de seguridad ciudadana

9 Introducción Hoy en día, prácticamente no hay autoridad, académico o experto en el análisis de las políticas públicas de seguridad ciudadana que no recomiende la implementación de intervenciones basadas en evidencia. Ante la decisión de cómo invertir los recursos públicos en la prevención o reducción del delito, resulta comprensible que comparemos costos versus posibles resultados y que optemos por aquellas alternativas de intervención cuyos resultados cuentan con sólida evidencia científica. 1 Ahora bien, es importante destacar que en la elección y construcción deundiseñode intervención intervienenotros factores yno solamente los estudios científicos que fundamentan los buenos resultados de un determinado modelo. Estos factores dicen relación con los requisitos para que el modelo funcione como, por ejemplo, tiempos y recursos disponibles, nivel de especialización del equipo ejecutor, nivel de vulnerabilidad de los sujetos beneficiarios o de apoyo de la comunidadpara su implementación. Por ende, nohay necesariamente una relación directa entre los modelos de intervención que pueden recomendar los expertos, a partir de sus estudios científicos, y las intervenciones que de hecho se implementan a nivel de políticas públicas, ya que habrían una multiplicidad de factores a tener en cuenta para decidir cuál es la mejor alternativa viable y costo-efectiva para un determinado contexto. Así, las intervenciones basadas en evidencia pueden ser una fuente de inspiración para quienes diseñan programas de política pública, los que inevitablemente deben, a su vez, ser evaluados por la autoridad con todo el rigor científico para la acumulación de conocimiento en cuanto a “qué es lo que funciona” para ese contexto, pero también en cuanto a “cómo es que funciona aquello que funciona”. 1 Psicóloga, Universidad Diego Portales; Phd en Psicología Social, Universidad de Loughborough, Inglaterra. Se ha desempeñado como docente de Psicología en la Universidad Arcis y como investigadora en Derechos Humanos en el Instituto Latinoamericano de DD.HH . Actualmente trabaja como investigadora del Área de Prevención de CESC, Académica INAP, U de Chile A “aquello que funciona” comúnmente le llamamos una buena práctica debido a sus resultados positivos en comparación con otras alternativas similares. Los buenos resultados de una determinada intervención nos dicen algo no solamente del modelo, sino que también de la entidad que lo implementa, de sus habilidades para sortear dificultades – que en prevención del delito hay muchas –, de su constancia y perseverancia y de la positiva sinergia que la iniciativa genera entre interventores e intervenidos. Una buena práctica es siempre única, particular e irrepetible en tanto los equipos, los beneficiarios y el contexto en el que se inserta la iniciativa también son únicos e irrepetibles, más allá de que se pueda abstraer de la implementación concreta y particular, un plan o modelo. Los buenos resultados de una intervención no se pueden aislar ni entender adecuadamente sin un análisis del contexto que circunda a los beneficiarios y a la entidad ejecutora. En efecto, mientras un modelo de intervención basado en evidencia puede tener muy buenos resultados en un determinado contexto, puede que en otros contextos no los tenga. ¿Y dónde está el problema? Posiblemente, argumentarán algunos, en que el modelo no fue adecuadamente implementado o bien que el modelo fue probado en contextos muy disimiles, por lo que no se podrían esperar los mismos resultados. Es necesario identificar, conocer y analizar las buenas prácticas, puesto que de ellas podemos extraer lecciones acerca de los modelos de intervención en sus implementaciones efectivas. Estas reflexiones surgen del Primer Concurso de Buenas Prácticas en Prevención del Delito en América Latina y El Caribe, organizado por el Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana (CESC) del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Open Society Institute (OSI) durante el año 2010. Siendo éste un concurso de buenas prácticas de prevención del delito y la violencia, una de nuestras primeras tareas fue construir una definición de buena práctica, establecer cómo íbamos a identificarlas, relevarlas y compararlas para premiar a las mejores. Revisamos la bibliografía especializada en metodologías de evaluación aplicadas al ámbito de la prevención del delito y diversas experiencias de identificación y premiación de buenas prácticas. De esta revisión aprendimos que las nociones de intervenciones basadas ¿Buenas Prácticaso Intervencionesbasadas en evidencia? Lecciones del Primer Concurso de Buenas Prácticas en Prevención del Delito en América Latina y El Caribe Ximena Tocornal Montt

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