Los Futuros Imaginados

l o s f u t u r o s i m a g i n a d o s 104 105 Mirada desde este punto de vista, la insatisfacción que se siente en Chile es, parodiando a Freud, el malestar de lo viviente en el capital, es decir, se origina en la terrible sensación de sinsentido o falta total de futuro que provoca existir en mundos donde la política, la cultura, la naturaleza y la vida en general están subordinadas y sometidas a las lógicas preda- torias del mercado bajo el capitalismo. Este problema no es solo local, sino global. La crisis chilena –de allí su eventual dimensión histórica– se constituye en el signo más nítido y monumental del agotamiento y el colapso de la idea del mercado como matriz de la sociedad que prevalece en el globo. Con esto quiero decir que si Chile tocó fondo, lo que llega a su fin no es solo la idea infame de los Chicago Boys de hacer de la economía un sistema de gobierno, sino que lo que toca fondo es Occidente en su totalidad. Pues, detrás de la voluntad de cambiarlo todo, lo que se trasluce o emerge o desliza si- lenciosamente es la urgencia de elaborar un sistema mundo no suicida, una perspectiva de nuestra vida en el planeta que ya no esté regida por una voluntad ciega de modernización; voluntad que, a estas alturas, ya no puede entregar garantías políticas que aseguren una vida digna de ser vivida para las generaciones futuras. En efecto, la crítica al orden patriarcal, la defensa de los pueblos indí- genas, la exigencia de una perspectiva no instrumental del planeta e incluso la irrupción de una alianza política con lo animal encarnada en la figura del perro Negro Matapacos, son indicadores de que lo inicia- do el 18 de octubre posee una escala y una magnitud de contenido o mensaje que cuestiona la matriz antropocéntrica que ha determinado los modos de relacionamiento entre los humanos, así como entre estos y los ecosistemas que habitan. Esta crisis, que afecta profundamente lo que somos, pero también compromete de forma radical tanto lo que podremos llegar a ser como el conjunto de condiciones físicas de lugar donde esa existencia podrá llevarse a cabo, nos pone una exigencia que supera con creces los cambios legislativos o económicos, los que solo se manifiestan como una tarea inicial. En realidad, lo que Chile ha puesto en la mesa a nivel planetario es la necesidad de crear un nuevo tipo de relación con el dinero, la economía o las realidades financieras que no destruya lo social ni tampoco suspenda nuestro vínculo con el mundo. c a p í t u l o 1 . l a h i s t o r i a e n e n t r e d i c h o Bruno Latour en una entrevista de Dosan Cotoras titulada En las ruinas de la modernidad explica que el capitalismo nunca será subvertido, pues no está hecho para eso; el capitalismo será aspirado hacia abajo por un número de alternativas en todo el mundo, quizá porque ya no haya un planeta para el capitalismo. Este diagnóstico del sociólogo de la ciencia francés está en el centro de nuestra movilización porque cada día toma- mos más consciencia de que ya no quedan tierras para el emplazamiento de las economías avanzadas y porque, junto a esta toma de consciencia, también comenzamos a darnos cuenta de que cada día quedan menos personas o cuerpos disponibles o subordinables para el capitalismo. Si el orden dominante, siguiendo al autor, no fue hecho para ser transformado o subvertido, hay que trabajar incansablemente para su pronto o próximo hundimiento. Nada se puede esperar de los dioses del mercado y menos aún se pueden cifrar esperanzas de ser integrados con menos desventaja o mayor participación en su teología política. En Investigación sobre los modos de existencia . Una antropología de los modernos , el mismo Latour afirma lo siguiente: Se ha obligado al mundo entero a mudarse a “la Economía”, de la que ahora sabemos que es solo una utopía o, más precisamente, una distopía, algo así como el opio del pueblo; ahora se nos pide que nos mudemos súbitamente con armas y petates a esta nueva morada de la “ecología”, alabada como una vivienda más habitable y más durable pero que, por el momento, solo tiene la forma y la sustancia de la morada de la Economía que tenemos tanta prisa por abandonar (37-38). Por tanto, lo único que podemos hacer es afrontar que la tarea que nos corresponde como sociedad es ensayar modelos de vida en co- mún y en la Tierra que contemplen una proyección real en el futuro. En este escenario nuevo o recién asumido, el arte no está en mejores condiciones de ofrecer perspectiva que la política o la cultura en gene- ral. Siendo el modelo por excelencia de las dinámicas de regulación del capitalismo en su fase posfordista, el arte ha sido una de las áreas de producción más integradas por el mercado global. De hecho, las prácti- cas de los artistas no solo coinciden en muchos aspectos con las ideolo- gías del capital humano y del sí mismo empresarial, sino que, enfática- mente, los artistas se han sentido identificados o seducidos por la figura mítica del emprendedor y su consecuente ética exitista e individualista. // mauricio bravo e n t r e b a n d e r a s d e s a p a r e c i d a s y u n m u n d o p o r v e n i r

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