Ciudades y arquitectura portuaria: los puertos mayores del litoral chileno

más administrativa que castrense de los gobernadores, las reformas sociales y adminis– trativas como parte de las nuevas políticas ilustradas, reafirmaron el concepto de las agrupaciones urbanas como instrumentos necesarios para el progreso general. Si bien la Capitanía estaba firmemente fundada a principios del siglo XVIII, fue sólo desde mediados de la centuria que la estructuración de una red de ciudades permitió su efectiva colonización y poblamiento, con la presencia activa del estado español en todo género de empresas. Básicamene quedó en la zona central el territorio ocupado y organizado como lo está en buena medida actualmente, con la salvedad difícil de explicar de su borde de mar. Correspondió físicamente a la República encargarse más bien de ampliar este espectro espacial que de modificarlo, sin poder evitar el retraso de más de dos siglos en la formación de una tradición náutica y marinera. Al siglo XJX pertenecen históricamente los avances obtenidos con la integración del norte grande, laAraucanía y la colonización de extensas áreas inhabitadas en Llanquihue y Magallanes. Al siglo XJX pertenecen también los enclaves portuarios que surgieron a lo largo de todo el litoral creando trabajo y estableciendo población, lo que lleva al progreso urbano y también al arquitectónico. Este proceso, generalmente poco conocido y apreciado, o si se prefiere poco diferen– ciado de otros hechos históricos, fue sin embargo de tanta trascendencia para el desarrollo del país, como las políticas educacionales y de salud o los progresos científicos, industriales y mercantiles. Los NAVEGANTES YEL BoRDE DEL MAR Puede afirmarse que la herencia portuaria colonial en el borde de mar chileno quedó técnicamente circunscrita a la utilización reiterada de lugares apropiados para fondear las anclas de los navíos, protegidos en ocasiones por un baluarte defensivo. De aquí el término fondeadero, que cabe aplicar a todos los puntos a los que arribaban las embarcaciones de la época, situación que se prolongó hasta las postrimerías del siglo XJX, cuando se construyeron los primeros muelles y malecones en Valparaíso, Talcahuanc o Coquimbo, estableciendo el contacto material buque-tierra. Instalaciones de esta naturaleza eran frecuentes en Europa mucho antes de la gesta iberoamericana, adquiriendo en el siglo XVIII dimensiones impresionantes en los países de estirpe marítima, entre otros Ingleterra, Holanda, Suecia, Italia, Francia y Portugal. La existencia de un malecón, o en su defecto de un muelle, define de inmediato la condición portuaria de un lugar, creando los espacios en torno a los cuales crece la ciudad y se entretejen los intereses de una sociedad vinculada sensorialmente a la vida marinera. Los puertos mayores son en definitiva ciudades o establecimientos capaces de atender las demandas materiales, humanas y administrativas, comprometidas en la navegación 20

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