La producción de música popular en Chile

mundo cultural entró en un período de total oscuridad. Prueba dramática de esta situación la constituyen las circulares que las compañías fonográficas hicieron lle­ gar a todos los distribuidores de discos a fines del '73: "Volvemos en relación con nuestra circular número 2.138 del 28 de Septiembre pasado, para dar la lista am pliada de todos los discos que hemos debido dejar de fabricar y retirar de catálogo, con sujeción a la auto­ censura que la Junta de Gobierno ha dispuesto para la industria fonográfica nacional". La circular incluye desde grabaciones, por supuesto, de Quilapayún hasta Ni canor Parra, Violeta Parra, el conjunto Cuncumen y Os­ valdo Díaz. La industria fonográfica debió aceptar el nuevo orden. Naturalmente, todo lo que fuera la empresa discográfica DICAP había sido destruido y un interventor nombrado por la Junta Militar vigilaba los restos. Lo que necesita­ mos precisar para entender bien esta situación, es el grado de compromiso que los artistas, en general, habían adquirido con el desarrollo social y político de nuestro país; figuras del teatro, de la T.V. o del canto popular eran vistos domingo a domingo, en un extenso período, en talleres y fábricas o participando en la construcción de plazas o juegos infantiles. Estos trabajos volunta­ rios, que si bien provocaban sonrisas o ácidos comenta­ rios en sectores de oposición, tenían realmente un sen­ tido vital; figuras populares del disco o de la radio,

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