Radio y cultura popular de masas
impulsadas por las elites dominantes, constituyen, no las ca pas que han ocultado una esencia original, sino que los ingre dientes que se han vertido en el recipiente social conforman do una compleja y confusa mezcla de la que surgen identidades nacionales particulares y propias. Los grupos sociales que sustentan el poder han buscado su pro pia definición y la del país, en modelos externos que se impo nen al conjunto social como si obedecieran a una gestación in terna o a una vocación profunda de la misma sociedad. No obstante, las formas hegemónicas que han dado fisonomía a nuestras culturas no pueden ser vistas sólo como el producto de elites que han actuado desde la sociedad civil. Nuestras identidades nacionales son también en gran medida, el produc to de Estados que han debido promover, activa y sistemáticamen te, políticas culturales como una condición necesaria para im- plementar proyectos de desarrollo sustentados en una base so - cial distinta a la existente. Las dinámicas de cambio social impuestas por un capitalismo crecientemente dependiente y por los desequilibrios que éste genera se han traducido en modelos de valores y conductas que deben ser implantados para que el sistema funcione. La promoción de las artes, de la prensa y, sobre todo, de la e ducación fueron tareas asumidas como propias por nuestros go biernos desde la independencia. La formación social chilena y nuestra cultura nacional es en gran parte producto de esta constante y vertical presencia de Estados Docentes y, por lo tanto, educadores-culturizantes en el país. Estados donde la
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