Radio y cultura popular de masas

no a las características más primarias del ser humano. Pare­ ciera ser que la homogenización es más exitosa cuando, desde cerca, coloquialmente, se logra conmover con el miedo, el sus pensó, el éxito o la competencia. Frente a una sociedad orga­ nizada para funcionar sobre bases tecnológicas, la vertiente expresiva de la radio se ofrece al individuo como un refugio, con un mundo nítido y legible, donde la tensión de la elección compleja está resuelta dentro de un orden inmutable de bien-mal, amor-odio, belleza-fealdad.(5) . La melodramatización de la cultura se refiere a la extensión de esta fórmula hacia la relación que establecen los individuos con la sociedad concreta. Se constituye como respuesta, a par­ tir de los medios masivos, frente a la pérdida de referentes va lóricos y ante la ausencia de grupos de pertenencia anteriores, en situaciones propias de cambio social acelerado. Pero ofrece también, y de modo más permanente, un código de respuestas cla­ ro y estable, que se contrapone al cálculo complejo y de difí­ cil discriminación que requiere la vida moderna. La recomposi_ ción del mundo que se asienta en una estructura melodramática permite que situaciones complejas sean legibles y que condicio nes dolorosas sean aceptables. Tras la capacidad alienadora de la melodramatización se encuen tran necesidades que no se vuelcan en la lógica diurna de la conducción del propio destino. Porque el sistema así lo quiere y, tal vez, porque tampoco toda la condición humana cabe en e- 11a. (5) Basta recordar la transmisión de un partido de fútbol — sacado del estadio precisamente por la radio en la década del cincuenta— para recrear la imagen de una confrontación donde, en el destino del equipo, se ha proyectado el propio bien y la propia realización.

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