América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

233 el alcance de las violaciones de tales derechos bajo el gobierno militar y reparar algunas de sus consecuencias. En términos generales, tal objetivo político comenzó a cumplirse tempranamen– te. Así lo demostraron el número y calidad de las delegaciones que concurrieron a la toma de posesión del nuevo Presidente, las visitas oficiales, las giras y las inter– venciones del Jefe de Estado en Naciones Unidas y en el Parlamento Europeo. No obstante, el gobierno puso cuidado en evitar que los esfuerzos de legitimación externa de la convaleciente democracia chilena se confundieran con una mera política de prestigio, orientada a un protagonismo internacional que de ningún modo se consideraba deseable o factible de asumir. Esta reticencia a desarrollar una poi ítica de alto perfil externo se explica a la luz del contexto político global, caracterizado por cambios históricos, que no corresponde analizar en este ensayo, pero que en cualquier caso fueron de tales dimensiones y alcances que imponían una actitud de sobriedad en la evaluación del significado de la restauración democrática chilena. De manera similar, tanto la experiencia autoritaria chilena como el contexto político regional, de fuerte aunque no invariable tendencia democratizadora, terminaron con el antiguo «ex– cepcionalismo chileno», bajo cuyo signo el país había brillado en el pasado como un faro democrático en un oscuro entorno de dictaduras latinoamericanas. Ahora se trataba más bien de reactivar la participación chilena en los foros latinoamericanos, especialmente en el Grupo de Río, e interamericanos; en este plano es significativo que el compromiso hemisférico de promoción y defensa de la democracia representativa, adoptado en la Asamblea General de la Organiza– ción de Estados Americanos (OEA), el 3 de junio de 1991, tuviera como sede preCisamente Santiago de Chile. Relaciones con Europa La solidaridad política de los gobiernos europeos con la transición chilena permitió concretar acuerdos bilaterales y comunitarios de cooperación, aunque no cerró la brecha chileno-europea de intereses económicos. Ejemplos de ello fueron la suscripción de un acuerdo marco de cooperación (el primero en su tipo firmado por la entonces Comunidad Económica Europea con un tercer país fuera de Europa), el establecimiento de una fundación empresarial y otras iniciativas tendientes a promover intercambios, inversiones y transferencia de tecnología.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=