América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

115 En esta misma línea de actuación se procurará incluir en el debate la reforma de Naciones Unidas y la necesidad de ampliar y democratizar el Consejo de Seguridad, como también su mayor interacción con el Consejo Económico y So– cial. Se teme por el éxito de la propuesta de reforma del sistema de Naciones Unidas en su conjunto mientras los temas de seguridad y desarrollo continúen siendo tratados en forma desconocida. Un último punto digno de mencionar se relaciona con los actores que influ– yen y eventualmente participan en la formulación de políticas. A pesar de las evidencias de que el nuevo gobierno prestigiará la corporación diplomática, las recurrentes menciones del Presidente sobre la incorporación de actores de la so– ciedad civil (sindicatos, universidades, empresas, ONG, etcétera) al debate sobre el perfil internacional del país, podría dar paso a innovaciones en el proceso de toma de decisiones de la política exterior brasileña. De hecho, se emitieron las primeras señales cuando se preparó la Eco 92, como también dos años después durante los trabajos de la Conferencia de El Cairo sobre Población y Desarrollo. En ambas ocasiones el vínculo entre Itamara– ty y las ONG se reveló bastante positivo. La diferencia está en la institucionaliza– ción de este proceso que, por un lado, podrá contribuir a crear mecanismos de solución para el dilema de accauntability que sufren las entidades no guberna– mentales; y, por otro, podrá enriquecer el trabajo cotidiano de la actividad diplo– mática. Cuanto más el gobierno brasileño sea capaz de lidiar con grupos de inte– reses y actores no gubernamentales, mejor serán sus condiciones para convivir con los mismos en el ámbito de las naciones industrializadas.

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