Palabra dicha: estudios sobre género, identidades, mestizaje

cotidiana1nente de la ,nuerte (en cuanto su caljdad de perecederos) y de la vida (en tanto su capacidad reproductora de la especie y la cultura). "Existires insistir, persistir" (H.G. ): Se insiste en reiterar, casi angustiosamente, porparte de las mujeres, los movilnientos necesaiios para mantener el universo doméstico que se construye y destruye todos los días. Lo femenino pennite así el flujo perpetuo de lo efunero en el doble sentido de sus haceres artesanales (culturales) y de sus haceres biológicos (naturales). El sitio simbólico de lo fen1enino, entonces, podría ser leído como w1a utopía singular en cuantocontinua realización e irrealización, en cuanto movilidad y fijeza; en cuanto Íl1Sistencia y renunciamiento. "Si algo bueno-entre tantas cosas malas- ha ocurrido enestas últimas décadas, es el haber perdido confianza en las utopías como grandes construcciones mentales...si algo malo nos ocurre es, como dice Pascal, el hecho de quemar el presente que tenemos (lo efimero) por un poder ser que, en últi1na instancia se reduce a mero anhelo de poder". En nuestra cultura mestiza latinoamericana el lugar de lo doméstico e incluso de la oralidad (otro acto perecedero), es el lugar de la madre; sitio desprestigiado por los "ilustrados" y ' 'venerado" porel mundo popular. Concebido como espacio marginal alpoder (delas utopías, de los grandes procesos de cambio), el hogru· se "privatizó" hasta tal extremo en el discurso y pensamiento de los "grandes paradigmas" (incluso de los feministas) que sólo quedó como "ejército de reserva", co1no la sala de estru· o co1no el donnitorio de los agobiados construc- tores del "mundonuevo". Hoy, ese efimero orden que construyen las madres (o las co-1nadres) pru·eciera ser la metáforade un "poder ser" que no esmero anhelo de poder, puestoque su obsesiónpor ejemplo, en "pláticas eternas cuyo objeto es la nada" (Kamenszain) las ha adiestrado por siglos a seranti- económicas (derrochadoras); su constante trato con elementos orgánicos que desaparecen, se pudren, se secan, las acerca a ciclos y tiempos improductivos; su "ser para otros" las pol itiza (eo térn1inos de su preocupación por un colectivo) , pero las deja fuera de las negociaciones porque aman (porque los afectos son más importantes que las estrategias). De este 111odo, las mujeres, las madres, en su ubicación de reproductoras de lo do1néstico (sobre todo en nuestros países) podrían constituir un vasto campo de resistencia a los grandes discursos, incluido el que sacraliza al mercado. Su tremenda función de administradoras de lo efimero así parece mostrarlo. Para tenninar quisiera recordar las ideas de Tamara Kamenszain, que si bien están pe11Sadas dentro de un ámbito distinto al que tratamos, expresa los supuestos que hay tras mi i11terlocución: "Esa posibilidad femenina de espiar en las costuras para ver las constn1cciones por su reverso abre a la mujer, en su relación con la esc1ituta, el camino de la vanguru·dia. 75

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