Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile
su uso repetitivo en los sistemas de circulación institucional, comienzan a vaciarse de significado, a nombrar nada. Más aún. Por su carácter aparentemente emancipatorio, en vez de mostrarnos una realidad, la encubren, la oscurecen, la escon- den en la zona de lo que conviene no nombrar ni sacar a la luz. Se relaciona más con el truco y con el engaño que con la magia. El desplazamiento de un artista a una “comunidad”, por ejemplo, parte desde la certeza de que esta última está delimitada por la característica geopolítica, esto es, personas que viven en una misma localidad. ¿Es esta la definición más correcta de “comunidad”? Si es así, ¿qué pasa con nuestras múltiples dimensiones como sujetos? Si, como señala la mis- ma Rivera Cusicanqui, las comunidades son estructuras for- madas en torno a afinidades, ¿no pertenecemos cada unx de nosotrxs a varias comunidades a la vez? ¿Quién determina la comunidad en la que somos inscritxs? Podríamos escribir una enorme lista con las palabras mágicas que invaden todos los ámbitos de nuestro que- hacer. La experiencia intelectual y política de Silvia Ri- vera nos propone poner atención a una que nos sonará familiar: Estado plurinacional. Se trata de una demanda promovida por varias organizaciones como expectativa de nuestro proceso constituyente, pero no hemos discutido suficientemente qué es una nación, qué la constituye. Los pueblos indígenas no se han definido en torno a la deli- mitación de un territorio definido nación por un Estado, sino como una deriva que traspasa las fronteras. Es por eso que el pueblo mapuche no está solo en Chile ni el guara- ní exclusivamente en Paraguay. La experiencia boliviana, según Rivera, instaló esta palabra mágica en la Asamblea Constituyente y bajo el gobierno de un presidente aimara, pero solo logró cubrir con un manto estatal la enorme di- versidad de pueblos indígenas: las 33 naciones reconocidas eligen desde la nueva Constitución boliviana solo 7 esca- ños parlamentarios por usos y costumbres. Estas reflexiones deben despertar una alerta, sobre todo en atención a los diferentes procesos sociales, políticos y cul- turales que han tenido lugar en Chile desde octubre de 2019. Discutir sobre el contenido de las palabras, desentrañar su uso, es un imperativo para quienes esperamos que aparez- ca una nueva perspectiva en el horizonte. Es más: propongo que pensemos el tiempo de las palabras, sin apresurarnos a escoger la más seductora. A veces la ausencia de una palabra es la señal de que algo nuevo está por nacer, para lo cual ne- cesitaremos un nuevo lenguaje más cercano a la experiencia vital. Suely Rolnik, en Esferas de la insurrección (2019), expli- ca que esta búsqueda es algo que la lengua guaraní conoce muy bien. Para ellxs, ñe’e raity es una de las formas de decir garganta , y significa literalmente “nido de las palabras-alma”. Se trata de un lugar para la germinación que debe ser cuida- do, respetado en su tiempo. Evitar recubrir la realidad, revelar la pulsión de la vida. Esto es particularmente relevante en momentos en que an- tiguas palabras mágicas —que conocemos bien— irrumpen con nuevos vientos en la discusión nacional: libertad, patria, paz, orden y seguridad, entre otras similares, conforman el tejido de una trampa perfecta para la vulneración de las per- sonas, la opresión de las mujeres y las disidencias, el racismo, la xenofobia. Están aquí, expandiéndose, paseándose impu- nemente por los medios de comunicación como si no pudie- ran esconder lo más oscuro, lo más siniestro. Arrasan con los sentidos de lo común y con todo horizonte posible. Ya no son una abstracción. Están aquí y debemos desenmascararlas cada vez que podamos, no cederle ni un solo centímetro a aquello que encubren. Nunca. PAULA ARRIETA GUTIÉRREZ Artista visual. Doctora en Historia y Teoría de las Artes y académica del Departamento de Teoría de las Artes de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Fabián Rivas 19
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