Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile

E l loco de Dios en el fin del mundo , el último libro del español Javier Cercas, apa- reció en una coyunturamuy improbable, justo cuando la Iglesia Católica estaba enterrando a su pro- tagonista, el papa Francisco. Recibió, por lo mismo, una cobertura casi uni- versal, y pudimos escuchar enmuchas partes al propio Cercas explicando, en- tre otras cosas, que el libro es lo que ha llamado una novela sin ficción, es de- cir, el relato de hechos reales contados con las armas de la literatura. Como en sus trabajos anteriores, en este también hay un personaje enorme y una hebra argumental que mantiene el interés de la lectura. El personaje es el propio y controvertido papa Bergo- glio, y la hebra argumental es doble: el curioso viaje pastoral que emprende hacia Mongolia, un país de mayoría budista en donde hay pocomás de mil católicos, y la pregunta que el narra- dor espera que le responda: ¿volverá su madre a encontrarse con su padre después de la muerte, como ella espe- ra? O, dicho de otro modo: ¿existe de verdad la vida eterna? Cercas ha terminado por convertir- se en un experto de la contradicción, una cornisa que no está, para nada, exenta de riesgos. En Soldados de Sa- lamina (2001) volvió a pensar la guerra civil española desde una perspectiva que en ese entonces parecía comple- tamente excluida, la del franquismo; y en Anatomía de un instante (2009) se preguntaba obsesivamente si valía destruirlo todo en nombre de la justi- cia, si las transiciones políticas no se tratan justamente de transar lo que en principio parece intransable. El loco de Dios en el fin del mundo , en esa misma estela, habla de la Iglesia Católica en uno de sus momentos históricos más bajos, cuando trata de lidiar con una cultura que por siglos ha permitido y autorizado abusos de la más variada índole, desde los sexuales a los abusos de conciencia, y cuando la experiencia religiosamisma parece estar completa- mente en retirada. Diestro en la doma de paradojas y antinomias, el Cercas narrador se define como un ateo re- calcitrante, y ese escepticismo suyo pareciera protegernos de cualquier exceso ideológico. Con esa garantía, trata entonces de encontrar lo que hay de rescatable en el desastre católico actual, y lo encuentra en el mismo Ber- goglio, en los misioneros que conoce enUlán Bator, en algunos funcionarios heterodoxos como Lorenzo Fazzini, el alegre director de la editorial del Vati- cano; o el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación pero, más im- portante, un poeta fundamental de la lengua portuguesa. Por supuesto, Cercas o su narrador es bastante consciente de los riesgos que tiene habitar esas contradicciones. Muy al comienzo los plantea abierta- mente: ¿no terminará blanqueando libro ignacio álvarez Profesor del Departamento de Literatura de la U. de Chile. Es autor de El último neógrafo (2024), El curso que hice al revés (2022) y Novela y nación en el siglo xx chileno (2009), entre otros. El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas El narrador que cree verlo todo a la Iglesia Católica? ¿No justificará, a fuerza de explicarlos, sus horrores? Su defensa es lo que me parece, lejos, lo más interesante de las cuatrocientos ochenta y cinco páginas del volu- men: “La literatura es un instrumento de conocimiento”, dice, “sirve para comprender”. Y luego: “A eso nos dedi- camos los novelistas”. Tiene razón, creo yo: es un rasgo central de la narración moderna, la que se escribe desde el siglo dieci- séis en adelante, que su narrador o narradora tenga una mirada propia sobre el mundo que describe, una mirada curiosa y crítica, muchas veces contradictoria; una mirada que no está obligada a pertenecer a ninguna clase o bando (es algo que teóricos como Ian Watt o Wolfgang Kayser han descrito largamente). Es- toy pensando en el narrador de Rojo y negro , de Stendhal, que es capaz de amar y despreciar, al mismo tiem- po, a ese sujeto admirable y abyecto que es Julien Sorel; pienso también en Jane Austen, que describe en Elizabeth Bennet a una mujer más desprejuiciada que cualquiera de sus prójimos, pero que, sin embargo, es víctima también de sus propios prejuicios cuando trata, sin éxito, de comprender al orgulloso Mr. Darcy. En algún sentido, todos los narradores y narradoras de la no- 54

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