Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile
palabra de estudiante H ace bastante tiempo que el cuadro, estático a pri- mera vista, ha caído en detrimento como objeto privilegiado para el arte. La fotogra- fía vino a pelearle esa autoridad a mediados del siglo xix, y luego la ins- talación y la performance en el siglo pasado. Hoy en día, con la rapidez con que podemos encargarle imágenes a la inteligencia artificial moviendo los dedos por un teclado o una pantalla, pensar el oficio de la pintura y la la- bor del pintar resulta primeramente agotador y sin mayor sentido: salir de casa, comprar pigmentos, sentar- se ante un bastidor, ¿para qué? Si con algún software podemos crear imáge- nes que incluso imitan los vaivenes del pincel en la tela de una manera tan idéntica, que asusta. Pero en el cotidiano —en lo que ocurre en nuestros hogares, en jun- tas con amistades, roomies , pinches fugaces o con quien convivimos—, se valora más el cuadro por sobre otras expresiones artísticas. Historia y tra- dición tiene de sobra para no perder su estatus por unos cuantos tecleos. ¿Por qué es relevante hablar de esto hoy? Porque lo que conocemos colo- quialmente como cuadro encierra en sí una de las tantas conquistas de la especie humana: retener el instante para una eternidad incalculable. El instante,mínimamedidade tiem- po, queda aferrado en la coreografía que crean los pinceles al acariciar el soporte en que caigan. Puede ser una imagen sencilla a primera vista, como un paisaje o un retrato o la mayor abs- tracción imaginable que podemos contemplar días y días para la eterni- dad. La fotografía también lo hace y de manera más rápida —he ahí por qué escandalizó a los varones encopetados del siglo xix—, pero la pintura lleva en sí misma la esencia del movimien- to en su superficie y ofrece a quien se preste a observarla una danza, un baile pactado al momento mismo en que se cruzan las pinceladas. De lejos, todo es armonioso y completo; de cerca, se ven los surcos, las correcciones, los choques entre color y forma. ¿Cuánto hay que moverse para que la imagen pictórica mute tanto? Solo pocos me- tros, con uno basta. En algunos museos, las pinturas se exhiben por ambos lados, y los vi- sitantes pueden rodearla y no solo quedarse con la imagen en la retina, sino con la desnudez trasera del so- porte, aquella que esconde rayados de inventario, timbres de aduanas o in- cluso otro movimiento estático: el de los entramados de las fibras de la tela, de las vetas de la madera, las volutas que a veces se crean en el papel o en el cartón. En fin, la materia misma pau- sada y vivaz en un solo instante. En una época de hiperconectivi- dad global, en que deslizamos sin cesar imágenes en nuestros teléfo- nos para seguir el caos que ocurre en todos los confines del mundo, cami- nar hacia un museo para contemplar pinturas o incluso verlas en las pare- des de nuestros hogares puede ser un alivio frente al peso asfixiante de la contemporaneidad. una coreografía estática denis torres Estudiante de cuarto año de Teoría e Historia del Arte, U. de Chile 47
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