Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile
André Lepecki, podemos pensar las formas en que diver- sas danzas implican gestos donde cuerpos y coreografías configuran un archivo vivo, cuyas capas, registros y tonos hacen presente experiencias de estar en el mundo y pro- ducen y activan memorias. En diálogo con los estudios de Margarita Díaz sobre prácticas artísticas en relación con la violencia en México, y con el trabajo Cuerpos fuera de sí (2022), de Victoria Pérez, podemos pensar la danza como memorias que nos permiten —según Pérez— “acceder a la complejidad de los modos de afectación y movilización activados corporalmente, que toman su fuerza mediante una actitud y una posición capaces de convocar y evocar imágenes, asociaciones y recuerdos cargados de afectos”. En el caso de América Latina, el dolor y el duelo que implicaron las masacres y desapariciones forzadas duran- te y después de las dictaduras dieron paso a expresiones colectivas y artísticas. La investigadora y escritora cuba- na Ileana Diéguez, en Cuerpos sin duelo (2016), señala que “hacer del dolor individual una experiencia colectiva es la premisa para pensar la posibilidad de una comunidad” y, por lomismo, concibe las prácticas artísticas como “accio- nes ciudadanas que buscan cierta restauración simbólica” y que propician “mutaciones personales y colectivas”. En Chile, una de esas expresiones es la cueca sola, danza po- lítico-cultural de resistencia a la dictadura de Pinochet donde madres, hijas y abuelas del grupo folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos hacen una transformación del baile tradicional chileno, la cueca, que consiste en que una mujer baila sola mientras porta el retrato de un desaparecido. Por medio de su cuer- po presente aparece la ausencia de su familiar o cercano víctima de la violación del Estado chileno, similar al acto que hacen las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, al ocupar un espacio público para protestar y denunciar la desaparición de sus hijos y nietos. Esta danza permite transformar el campo gravitacio- nal donde ocurre la cueca sola mediante el gesto de dejar que el espacio del desaparecido no sea uno ausente, sino uno donde madres y familiares se inclinan como una forma de recordar a sus seres queridos. Sus cuerpos se inclinan hacia los/as desaparecidos/as como un gesto que devela nuestra condición relacional y una forma de hacer memoria respecto de las violencias dictatoriales. La cueca sola, entonces, no es un repositorio de infor- mación, sino un archivo vivo movilizado por el deseo de crear activaciones de memoria. En este sentido, la obra es un modo de afectación, como diría Lepecki, es decir, una acción que produce memorias inacabadas e impre- decibles de nuestro pasado, que preñan el futuro y pujan la imaginación política. En estas danzas, la memoria y el movimiento se fusionan para resistir las violencias ocu- rridas en nuestro territorio. Mauricio Gómez/NurPhoto vía afp 39
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=