Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile

L ejos de ser un eslabón perdido de lo pretérito, la memoria es, más bien, la inminencia de un tiem- po que empuja su propio nacimiento. El escritor uruguayo Mauricio Rosencof la define como una brasa, figura incandescente para la que solo basta un mínimo viento y todo se enciende nuevamente, es decir, basta un pequeño gesto para que la virtualidad del pasado ponga en tensión el presente. Esta metáfora de la memo- ria como una brasa que no termina de fenecer, que está siempre por atizar su propio porvenir, sugiere pensar la trama memorial bajo el paradigma de lo inquieto, lo ines- table, que no cede a la pasividad de momentos aislados huérfanos de la historia; sino más bien alude al anclaje moviente que vertebra la memoria como un tejido colecti- vo de la historia, en palabras de Maurice Halbwachs. En este sentido, resulta muy sugerente para pensar la construcción de este concepto la distinción que hace el escritor chileno Jorge Montealegre en su libro Derecho a fuga. Una extraña felicidad compartida (2018) entre “reque- rimientos de memoria” y “reivindicación de memoria”. Esta distinción permite avizorar la articulación y emer- gencia de lo que podría llamarse niveles de memoria, oficiales e insurgentes, construyendo retazos históricos y archivos vivos según una trama de placas memoria- les superpuestas. En ambos casos, se trata de apuntar a modos de hacer memoria, plurales y diversos, según formatos polimorfos desde la escritura hasta los gestos danzantes. En el cultivo de esta pluralidad pueden surgir desplazamientos de significaciones históricas, así como la emergencia de nuevos sentidos memoriales. En esta línea, los modos de reivindicación memorial ponen en marcha memorias subalternas, muchas veces eclipsadas por los grandes relatos, cuyas voces reivindi- catorias, que reclaman justicia, producen deslizamientos, pliegues y despliegues; movimientos tectónicos, podría- mos decir, capaces de reavivar el pasado y así tensionar el presente. Resulta interesante subrayar la idea de la me- moria como un movimiento inacabado y, en esta medida, siempre por proseguir, lo que permite pensar su dinamis- mo, o simplemente su movimiento. En otras palabras, la memoria como un fenómeno que aparece enmovimiento. Que este concepto pueda ser pensado en estos términos nos invita a reflexionar en torno a una práctica corporal, la danza, como movimiento en un campo gravitacional de pesos, caídas, repliegues, rolamientos y desplazamientos, tal como lo plantea la filósofa y coreógrafa franco-argenti- na Marie Bardet. La danza puede activar o crear memorias a través del movimiento, lo que implica abrir modos de exploración en torno a la relación entre cuerpos, recuer- dos, narrativas, relatos y coreografías que interrumpen las distinciones entre pasado, presente y futuro. En tanto movimiento sensible y sensorial, nos preguntamos: ¿es la danza una forma de hacer memoria? Como un conjunto de gestos, esta práctica implicaría, de acuerdo con Bardet, “una corporeidad en términos re- lacionales más que sustanciales o meramente orgánicos; una corporeidadalmismo tiempoactivo-pasivaoquehuye de estas categorías; una corporeidad entre gestos más que sobre el cuerpo”. Como lo propone el escritor brasileño elmovimiento de lamemoria columna La danza puede abrir modos de exploración en torno a los cuerpos, recuerdos y relatos que interrumpen las distinciones entre pasado, presente y futuro. ¿Es esta disciplina artística una forma de hacer memoria?, se preguntan las directoras del Grupo de Estudio Interdisciplinar en Filosofía y Danza de la U. de Chile. rosario fernández ossandón Académica del Depto. de Filosofía de la U. de Chile. Secretaria de Redacción de la Revista de Filosofía . claudia gutiérrez olivares Académica del Depto. de Filosofía de la U. de Chile. Doctora en Filosofía y cellista. 38

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