Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile

Richter para calificar los encuentros amorosos. De grado siete para arriba, ya se sabe, la cosa se pone interesante. Será porque el siete es una cifra cabalística y la notamáxima, y va asociada al domingo, el séptimo día, el de la fiesta y el des- canso. Y por lo visto, también el de los terremotos. Coincidencia o no, poco después de ese sacudón que nos dejó sin luz ni agua durante días y nos impuso dor- mir vestidos y con las llaves en la mano, me fui de Chile. Diría que los países en los que he vivido desde en- tonces carecen de cultura sísmica. En España, por ejemplo, llaman terremoto a cualquier remezón de dos o tres grados, que en Chile pasaría desapercibido. No se equivocan al hacerlo, sin embargo, porque como su nombre lo indica, un terremoto es cualquier movimiento de la tierra, independientemente de su intensidad. Pero en Chile el uso ha hecho que se reserve la denomi- nación de terremoto para los temblores subidos de tono, los que botan panderetas y nos obligan a pasar la noche en el auto escuchando una radio a pilas y tomando café de un termo. En Bélgica ha temblado dos veces desde que pisé su suelo. Han sido unos temblorcillos escasos, pero tras ellos la gente hace lo mismo que hacen los chilenos después de un terremoto, esto es, contar lo que hacían y dejaron de hacer en el momento del remezón. Una cosa por otra: cuando hay un rayito de sol en Bélgica, aunque la temperatura ronde los 0°, la muchachada sale de paseo en short y camiseta, mien- tras que en Chile, en cuanto la temperatura ronda los 17°, los peatones se cubren de abundantes bufandas. Así las cosas, para el terremoto de Cauquenes, en fe- brero de 2010, que no cayó un día domingo pero casi, yo estaba lejos. Cuento por lo tanto lo que me han contado, como esta escena que ocurrió en la caleta donde paso a veces los veranos: a pesar del estrépito del terremoto, to- dos salen lentamente de la casa. Cuando acaba por fin el remezón —qué largo, qué violento—, las mujeres vuel- ven a entrar y los hombres se quedan fuera fumando, escrutando el movimiento del mar. Están acabando el pitillo cuando escuchan la voz que sale del altoparlante del furgón policial y los intima a evacuar la caleta hacia las zonas altas. ¡Alerta, tsunami! El furgón se detiene frente a ellos y los carabineros apoyan la orden con gestos. Hay que evacuar cuánto antes. Sí, pero cómo, se preguntan. No lo podemos dejar solo… Intercambian un par de miradas y deciden, sin palabras, abrir la puerta trasera del único vehículo disponible, la furgoneta de la pescadería. Los deudos cargan el féretro con solemnidad y lo depositan en la furgoneta. Y se echan a andar detrás de ella en pro- cesión hasta las casas altas del pueblo, donde se detienen, bajan el ataúd y prosiguen el velorio. Mientras tanto, aba- jo, la ola barre la playa y se abre paso río arriba. “En España, llaman terremoto a cualquier remezón de dos o tres grados, que en Chile pasaría desapercibido. No se equivocan, sin embargo, porque como su nombre lo indica, un terremoto es cualquiermovimiento de la tierra”. Un camino destruido en Iquique tras el terremoto de 8,2 grados de 2014. Crédito: Aldo Solumano/afp 25

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