Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile
vuelta de Stonewall en San Francisco, hasta los activismos contra la falta de respuesta ante el vih/sida y más recientemente el reclamo por los de- rechos de las personas trans, lo queer se ha construido desde los márge- nes, en un intento por desestabilizar estructuras normativas que limitan la expresión de la diferencia. En ese trayecto, se ha cruzado con la teoría feminista, con el pensamiento desco- lonial, con los estudios críticos de la discapacidad y, más recientemente, con enfoques relacionales que han puesto el foco en cómo humanos, animales y tecnologías se co-cons- tituyen, como las propuestas de la filósofa italiana Rosi Braidotti en las que la subjetividad contemporánea se presenta como un flujo, un cons- tante devenir. La teoría queer permite desencializar sujetos y objetos, pensar la materia como abierta, inestable, cargada de afectos. ¿Cómo devienen las cosas?, ¿cómo se transforman?, ¿cómo se articularon con las identidades de quienes las usaron? Esa apertura es profundamente productiva para una sociedad que no quiere domesticar la diferencia, sino acogerla en su complejidad, y que entiende que el cambio y la entropía es lo único fijo. Así, la incomodidad no es algo a evitar, sino una forma de comprender el mundo, una a la que, vale la pena recordar, las disidencias y marginados nos hemos tenido que acostumbrar, en mayor o menor medida. Aplicado a la arqueología, por ejem- plo, esto no significa buscar “gays o lesbianas en el pasado”, sino cuestio- nar los marcos con que nombramos, clasificamos y damos sentido al pasa- do. ¿Qué hace que una escultura sea leída como “masculina”? ¿Desde qué parámetros decidimos que un adorno era “femenino”? ¿Cuánto de lo que asu- mimos como evidente es, en realidad, Figura humana con cuerpo de pene, modelada en arcilla. Moche (100-800 d:C.), actual Perú. Museo Chileno de Arte Precolombino, 0268 Un cuerpo femenino, emplumado y feliz. Figura humana sedente, mo- delada en arcilla. ¿Una shamana? La Tolita (500 a.C. - 500 d.C.), actual Ecuador. Museo Chileno de Arte Precolombino, 0967 al trabajar con el "mundo lgbtq+”. Es una forma de odio anonimizado, un comentario que puede parecer nimio, pero que da cuenta de “un temblor más generalizado”; es un “ sismógrafo de un reordenamiento radical de pac- tos y posiciones enunciativas”, como señalan Gabriel Giorgi y Ana Kiffer en Las vueltas del odio (2020). Pero a la vez, parece suponer que pen- sar el género desde otras claves es una amenaza y no una posi- bilidad de enriquecer nuestra mirada sobre las culturas y pueblos indígenas del pasado, y de abrazar la rica diferencia humana. Este tipo de reacción revela una resistencia a revisar críticamente nuestras formas de clasificar y narrar el pasado. Abordar esa incomodidad es parte de lo que ha intenta- do la teoría queer , que propone una actitud crítica frente a las normativi- dades que organizan tanto nuestras sociedades como nuestras discipli- nas. Tiene una genealogía que no se origina en las universidades, sino en los cuerpos y afectos que resistieron la patologización, la violencia y la ex- clusión, para luego entrar, moverse y desafiar la academia. Desde la re- “Si hay algo que las disidencias sexuales y de género han enseñado, es que los cuerpos, los afectos y los saberes no siempre encajan en las casillas establecidas. El museo, entonces, no solo puede —sino que debe— ser un lugar donde esa incomodidad se vuelva fértil”. 22
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