Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile
La teoría queer permite desencializar sujetos y objetos, pensar la materia como abierta, inestable, cargada de afectos. ¿Cómo devienen las cosas?, ¿cómo se transforman?, ¿cómo se articularon con las identidades de quienes las usaron? Esa apertura es profundamente productiva para una sociedad que no quiere domesticar la diferencia, sino acogerla en su complejidad, y que entiende que el cambio, el movimiento y la entropía es lo único fijo. felipe armstrong b. Jefe de Curaduría del Museo Chileno de Arte Precolombino. Arqueólogo de la Universidad de Chile, Doctor enArqueología yMagíster enArte Comparado y Arqueología por el Instituto de Arqueología de ucl, Reino Unido. incomodar: museos y disidencias ensayo sabemos que no existe tal cosa como una mirada “neutral”. Exhibir, inter- pretar, nombrar, catalogar, ordenar: todo eso implica elecciones, y toda elección con impacto público es polí- tica. No en el sentido contingente, ni mucho menos partidista, sino en uno más profundo: los museos participan en la construcción de sentidos comu- nes. Querámoslo o no, deciden qué merece ser recordado y cómo debe serlo; qué prácticas se valoran; qué cuerpos aparecen y cuáles se desva- necen entre vitrinas y etiquetas. Para el filósofo y curador Paul Preciado, el museo “ordena los cuerpos, discipli- na el gusto y modela la imaginación”. Preciado nos invita a entender al mu- seo como una de las instituciones totales de la modernidad, tal como la cárcel o el hospital psiquiátrico. Así, el museo moderno funcionaría, des- de su concepción en el tránsito del siglo xviii al xix, con una lógica de exclusión incluyente, donde el otro es incluido justamente en su condi- ción de “otro”. El rol normalizador del museo hace entonces que apelar a la neutralidad sea un esfuerzo inútil. Por el contrario, dar cuenta de esto nos permite aquilatar la función de estos espacios en el presente. El compromiso de los museos es con ese presente. Y esto incluye par- ticipar de las discusiones, avances y revisiones que las diversas disciplinas —científicas, artísticas, sociales— desarrollan de manera permanente, “M eten su vene- no en todo”. Ese fue uno de los comenta- rios que recibió, en redes sociales, un posteo del Museo Chileno de Arte Pre- colombino en torno a una columna sobre lafluidezdegéneroenlosAndes, escrita por la curadora e investigadora Bat-ami Artzi para conmemorar el Día del Orgullo lgbtq+ en 2024. “Forzan- do al máximo la interpretación para hacerlo calzar en una narrativa que no tiene ninguna base científica. Seguir una moda rancia que tiene tantas ex- ternalidad [sic] negativas no es digno del museo”. Lamentablemente, este tipo de comentarios no son un he- cho aislado. Cada vez que un museo se pronuncia sobre temas de género, disidencia o sexualidad, brota alguna reacción similar: se les acusa de “poli- tizar” el pasado, de imponer agendas, de traicionar un supuesto deber de ob- jetividad o neutralidad. Pero vale la pena detenerse un mo- mento. ¿Por qué una reflexión sobre cuerpos e identidades en sociedades andinas —un tema absolutamente pertinente desde la historia, la antro- pología o la arqueología— desata una incomodidad que bordea la rabia? ¿Es esa incomodidad evitable? ¿Por qué al hablar de disidencias, los museos estarían traicionándose o, peor aún, traicionando a sus públicos? Quienes trabajamos en institu- ciones patrimoniales y culturales 20
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