Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile

el estilo de comunicación científica y la forma en que los individuos procesan la información. A esto se suma la per- cepción de que la ciencia está al servicio de ciertas élites, algo que los líderes populistas aprovechan presentándose como defensores de la “gente común”. Estos cuestionamientos en contextos polarizados, donde la información neutral de la ciencia es trasladada al ámbi- to de la ideología política, pueden convertirse en ataques concretos. En The Deadly Rise of Anti-science (2023), el mé- dico y científico estadounidense Peter J. Hotez describe las agresiones que él y otros científicos sufrieron durante la pandemia, desde amenazas anónimas por correo electróni- co y redes sociales hasta enfrentamientos físicos. En el libro, que narra cómo el movimiento antivacunas en Estados Uni- dos pasó a convertirse en una fuerza política respaldada por funcionarios de gobierno, menciona una encuesta publica- da por la revista Science en 2022, la que reveló que el 38% de los científicos que trabajaron en temas relacionados con el covid-19 reportaron haber sufrido ataques, desde insultos hasta amenazas de muerte. Como resultado, dice el infor- me, muchos optaron por reducir su compromiso público. “Los discursos anticientíficos se utilizan como una es- trategia para promover agendas ideológicas con el fin de favorecer los intereses de ciertos grupos sociales”, opina Eugenia Gayo, un fenómeno que ha quedado en evidencia —por dar dos ejemplos bien documentados— en las cam- pañas que hace algunas décadas financiaron las industrias tabacaleras para negar los daños en la salud del tabaco, o el negacionismo climático alimentado por las industrias de combustibles fósiles, difundido a través de investigaciones y campañas de comunicación. El problema, sin embargo, se agrava cuando estos discursos son respaldados por figuras con poder político. Un estudio publicado en enero de 2025 por la revista académica Nature Human Behaviour llegó a la misma con- clusión. Luego de realizar una encuesta en 68 países que incluyó a 71.922 participantes, constató que no hay una fal- ta generalizada de confianza en los científicos, pero planteó la necesidad de tomarse en serio a laminoría anticientífica, “especialmente si reciben una amplia cobertura mediática e incluyen a personas en puestos de poder que pueden in- fluir en la elaboración de políticas”. “Quienes hacemos ciencia debemos reconocer que nuestra responsabilidad va más allá de la producción de conocimiento, y que nuestros esfuerzos deben orientarse también hacia la divulgación científica y la corrección de conceptos erróneos. Por eso, debemos generar estrategias para fortalecer la comunicación pública de la ciencia uti- lizando lenguajes transversales a toda la sociedad”, señala Gayo.Yagrega:“Otroaspectomuyimportanteesinvolucrar- nos demanera proactiva en la creaciónde políticas públicas que favorezcan el bienestar colectivo, lo que garantiza que la toma de decisiones se base en el conocimiento científico y no en opiniones infundadas”. Un manifestante participa en una protesta contra el ajuste presupuestario a las universidades públicas, en Buenos Aires, en 2024. Crédito: Luis Robayo/afp 17

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