Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile

E n el libro El ocaso de la democracia: La seducción del autoritarismo (2020), la periodista e historiadora estadounidense Anne Applebaum analiza cómo, en la actualidad, la ciencia y los científicos pue- den convertirse en objetivos de regímenes autoritarios. Applebaumcita el caso del primerministro húngaroViktor Orbán, que sometió a la Academia de Ciencias de Hungría al control directo del gobierno y expulsó a la Universidad Centroeuropea (ceu) —fundada y financiada por el filán- tropo húngaro-estadounidense George Soros— del país, con el fin de restringir la libertad académica y eliminar una potencial amenaza política. Pero el caso de Orbán no es el único. En sus primeros meses al mando de Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha realizado varios recortes presupuestarios a las principales agencias científicas, como la nasa, la Fun- dación Nacional de Ciencias, la Agencia de Protección Ambiental, los Institutos Nacio- nales de la Salud y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. El ataque a la salud pública, en particular, co- menzó cuando en enero de este año nombró como secretario de Salud a Robert F. Kennedy Jr., un famoso activista antivacunas que se ha pronunciado en contra de la fluoración del agua potable y ha propuesto investigar un su- puesto vínculo entre las vacunas y el autismo, desacreditado hace años. Hace poco, Kennedy prometió “un esfuerzo masivo de pruebas e investigación” para descubrir en menos de cinco meses qué provoca la “epidemia” de autismo que afecta a Estados Unidos, un plan que los expertos consideran equivocado y poco rea- lista, ya que se trata de un trastorno complejo que ha sido estudiado durante décadas. En Sudamérica también hay ejemplos de políticas anti- científicas. En Brasil, durante la pandemia, el expresidente Jair Bolsonaro minimizó la gravedad del covid-19, se negó a implementar medidas de prevención, promovió trata- mientos no comprobados y retrasó el despliegue de las vacunas. En Argentina, el gobierno de Javier Milei inició un proceso de desmantelamiento del sistema científico na- cional, con despidos masivos, reducción de becas, recortes de financiamiento a proyectos de investigación y la elimi- nación del Ministerio de Ciencia. El mandatario argentino, además, aplicó un ajuste presupuestario a las universida- des públicas, lo que ha provocado la pérdida de empleos, la disminución del salario docente y una fuga de cerebros. “El sistema de ciencia y tecnología de Argentina retrocedió casi un cuarto de siglo”, informó el diario El País , mientras que un estudio del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (ciicti) advirtió que “se trata de una caída sin antecedentes en la historia de la política económica de la ciencia argentina”. La ofensiva contra la producción de conocimiento es parte de un movimiento antiintelectual promovido por las ultraderechas a nivel global. “El antiintelectualismo siempre ha existido. Sin ir más lejos, en los años 30 del siglo xx fue todo un tema, con el auge de los fascismos y el nazismo alemán. Pero en nuestros días toma un giro di- ferente, porque se armoniza con una postura en contra de las ciencias y sus resultados, y eso plantea una pregunta muy relevante, que tiene que ver con el estatus de la ver- dad en la vida colectiva”, plantea el sociólogo y académico chileno Alfredo Joignant. La desconfianza hacia el conocimiento basado en evi- dencia es parte de una retórica antiintelectual que, con la llegada al gobierno de líderes políticos de extrema derecha en distintas partes del mundo, parece haberse instituciona- lizado. El sociólogo francés Éric Fassin, en su libro Misère de l'anti-intellectualisme (2024), denomina estas actitudes como “antiintelectualismo de Estado”, y da como ejemplo la de- cisión de Donald Trump, al inicio de su primermandato en 2016, de retirarse del Acuerdo Climático de París, prohibir a los científicos del gobierno asistir a conferen- cias sobre el medio ambiente y nombrar a personas del sector de los combustibles fósiles para puestos relevantes. “Se puede hablar de antiintelectualismo de Estado cuando ya no se trata solo de discursos ideológicos, sino de medidas represivas”, dijo Fassin en el diario digital Mediapart . Empirismopopular | Laanticienciaes el rechazoal conoci- miento científico y a la ciencia como forma de comprender el mundo. Lo que busca es reemplazar sus hallazgos por teorías no comprobadas, a menudo con fines políticos. De esta forma, la evidencia científica es sustituida por una ver- sión alternativa y simplista de los hechos, basada en lo que el historiador francés Romain Huret, en su ensayo “¿El fin de las ciencias sociales?”, llama empirismo popular: de ahí, por ejemplo, que Trump mencione la nieve y el frío inver- nal como pruebas contra el calentamiento global. Pierre Ostiguy, académico de la Universidad de Val- paraíso y experto en populismo, señala que “el perfil de las personas que tienden a tener mayores actitudes anti- científicas combina dos rasgos: suelen tener un nivel de educación formal (escolaridad) menor al promedio y tie- nen un alto nivel de desconfianza —que llega a veces a lo paranoico o conspirativo— frente a todo lo que es sistémi- co, y, por ende, colectivo, como el gobierno, el Estado o ‘la gente con poder’”. Según Ostiguy, esta desconfianza “suele provenir de una derecha con un sentimiento antagónico hacia la moderni- dad. Se ve por ejemplo en familias religiosas de orientación evangélica, donde elegir entre la palabra de Dios tomada de “Quienes hacemos ciencia debemos reconocer que nuestra responsabilidad va más allá de la producción de conocimiento, y que nuestros esfuerzos deben orientarse también hacia la divulgación científica”, explica Eugenia Gayo. 15

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