Palabra Pública N°35 agosto - septiembre 2025 - Universidad de Chile
columna E s innegable que vivimos un período de cambios acelerados y globales. Las aristas contemporáneas del fenómeno migratorio no se limitan solo a los seres humanos: no somos las y los únicos cuyo movimiento se ve afectado por las crisis climática y de bio- diversidad. Los desplazamientos forzados afectan cada vez más a otras especies, cuyos patrones de distribución, reproducción y supervivencia se ven alterados por un cli- ma que se transforma a una velocidad sin precedentes. En Chile, país que condensa en su geografía una diversidad biológica, cultural y climática extraordinaria, las señales de estas migraciones ecológicas ya son visibles. Desde los peces que abandonan aguas cada vez más cálidas, hasta las plantas y animales que ascienden en la cordillera, en una huida vertical con un límite evidente, la vida entera está en movimiento. Pero a diferencia de los humanos, quienes, se supone, poseemos derechos que nos permiten cruzar fronte- ras, otras formas de vidano tienena dónde ir ni nadie que les garantice el derecho amigrar. El cambio climático, parte del cambio global —de mucho mayor envergadura— ha puesto en marcha una redistribu- ción planetaria de seres vivos. Las especies se ven forzadas a modificar sus distribuciones en busca de nichos ecológi- cos donde puedan vivir. Estas migraciones son parte de la lucha cada vez más desesperada por persistir en un mundo marcado por la expansión de zonas áridas, la alteración de regímenes hídricos, desplazamiento de estaciones y eventos climáticos extremos. Y, por supuesto, se afectan también los patrones de movimiento, la sincronía entre especies que se necesitan mutuamente y la salud y bienestar de especies, humanas ymás que humanas. En Chile, encontramos un ejemplo en los ecosistemas an- dinos.Varias especies adaptadas a las condiciones fríasde las cumbres están siendo arrinconadas por el alza de la tempe- ratura. ¿Pero qué ocurre cuando ya han alcanzado la cima? Simplemente no hay más espacio donde refugiarse. Lo que sigue es la extinción local, un silencioso colapso de biodi- versidad que rara vez ocupa titulares. Por otro lado, los cinco factores del cambio global causado por la especie humana —contaminación, invasiones biológicas, cambio climático, sobreexplotación y cambio de uso de suelo ymar—generan efectos que se entrelazan y afectanmutuamente, dificultan- do la predicción y la toma de decisiones. Hoy, en 2025, no existe una lucha que no sea ambiental o por la supervivencia de la vida. Interseccionalidad en lo más profundo de nues- tras biologías. Mientras tanto, algunos observan con optimismo econó- mico las oportunidades que esta crisis parece abrir. Parte de la industria agrícola ha comenzado a expandirse hacia el sur, convencida de que el calentamiento permitirá cul- tivar donde antes no era posible. Intereses forestales ven con buenos ojos la posibilidad de introducir plantaciones de pinos exóticos (¡e invasores!) en la estepa patagónica, bajo el argumento de que se necesita reforestar y capturar carbono. Este tipo de visión promueve una falsa solución al problema del cambio climático: en vez de buscar las soluciones duras pero permanentes (la metamorfosis de la cosmovisión occidental extractivista, desigual y co- lonizadora), se escogen soluciones parche que implican reproducir modelos extractivistas en nuevos territorios, muchas veces disfrazados de sostenibilidad. La noción de “ecosistemas emergentes” (en inglés, novel ecosystems ) ha sido utilizada para justificar ciertas in- tervenciones. Se trata de ensambles nuevos de especies en movimiento, compuestos por especies nativas y exóticas que surgen en contextos alterados por el ser humano. Aunque el concepto describe una realidad innegable, su uso acrítico puede llevar a naturalizar el deterioro ambiental y a legiti- El cambio climático no solo desplaza personas: también obliga a miles de especies a moverse ante la transformación de los ecosistemas, redefine territorios y nos confronta con la pregunta de qué vidas consideramos dignas de ser protegidas. ¿Es ético perpetuar un orden económico que normaliza el desarraigo y destruye hábitats para el privilegio de unos pocos? nélida pohl Doctora en Biología. Directora de Comunicaciones del Instituto de Ecología y Biodiversidad. Coordinadora del Postítulo en Comunicación de la Ciencia de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. migrantes más quehumanos 12
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