Palabra Pública N°34 mayo-junio 2025 - Universidad de Chile
diversos papers y seminarios (para eso basta publicar un libro), sino también es el intento de reconstruir un modo de ser espectador que hoy es radicalmente distinto del que exis- tió durante el siglo xix. El público silencioso y reflexivo de antaño ha sido reemplazado hoy por uno ruido- so, distraído y difícil de sorprender. Y esta distancia solo puede ser salvada mediante recursos museográficos y la propia presencia de las obras que en el correcto ambiente aún pueden evocar algo de su antiguo poder se- ductor. La luz tenue de la sala, la falta de ruidos de ambiente, así como también la propia disposición del resto de los espectadores contribuye a crear este espacio de concentración y contemplación. Si bien esto que planteo puede pa- recer un retroceso en términos de “ideología estética” (Rancière), ya que implica volver a modelos percep- tivos antiguos y conservadores, no podemos negar que en la contempo- raneidad conviven múltiples formas de gustos y corrientes estéticas. Así como se admite en el mnba una ex- posición compuesta exclusivamente de videos e instalaciones, también es posible abrir espacios contempla- tivos más parecidos a la iglesia que a otra cosa. Los públicos son variados y el museo ya no es el dictador del gusto, ni mucho menos un educador infalible; es más bien un espacio de encuentros temporales de todo tipo. Sin embargo, me resultó curiosa la reacción del público en la exposición, que de algún modo respira aliviado al reencontrarse con un modo seguro y conocido de ver pinturas, sin tantos enigmas ni preguntas abiertas, como suele demandar el arte contemporá- neo. Esto quizás sirva de lección para un museo que se ha visto asediado por un conservadurismo que exige se le restituya su lugar simbólico. No es tan fácil presionar hacia una postura crítica en espacios como estos, donde los intereses de clase aún tienen tanta relevancia (basta ver los nombres de los retratados por Monvoisin, que re- piten apellidos “ilustres” de Chile). En este sentido, la curaduría se contiene bastante a la hora de contextualizar las relaciones económicas y políticas que deja ver toda la red de retratados, de modo que no se le acuse luego de hacer un análisis estrictamentemate- rialista de lo expuesto (en la entrada hay unas discretas infografías que revelan la propiedad de la tierra en la época en que fueron pintados los cuadros, dejando ver el carácter eli- tista de todas estas formas artísticas). Podemos alegrarnos por el hecho de que una exposición como esta tenga lugar en el museo, ya que da cuenta de un modo específico de gus- to y producción artística —el de las Bellas Artes—, siempre contextuali- zándolo para así dejar ver su carácter extinto —o a lo menos decadente— en el presente. Al mismo tiempo, la muestra integra de modo lento (pero seguro) los aportes que la investiga- ción actual puede hacer sobre una figura tan canónica como Monvoisin, que, por lo mismo, ha terminado algo eclipsado por su mitología y los con- servadurismos de la historiografía del arte del pasado. Me imagino que para las voces más reaccionarias esta exposición será leída como su victoria final, ya que, en definitiva, todo se trató de unos marcos. ¿O no? episodiomonvoisin. un pintor francés en el chile del siglo xix Museo Nacional de Bellas Artes José Miguel de la Barra 650, Santiago Hasta el 31 de agosto de 2025 Andrés Bello (1844), perteneciente a la colección de la Universidad de Chile y Doña Dolores Urizar del Alcázar de Pando (c. 1850), Colección Banco Central. 57
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