Palabra Pública N°34 mayo-junio 2025 - Universidad de Chile
palabra crítica diego parra Crítico e historiador del arte con estudios en edición. Docente de Historia del Arte de la Universidad de Chile. Escribe enmedios especializados, en los que trabaja el vínculo entre arte y política. ¡ L os marcos volvieron al Museo Nacional de Be- llas Artes! Y lo hicieron con ganas, ya que hace tiempo no se veían tantas molduras doradas rodeando pinturas, de esas grandotas que casi son más grandes que la propia imagen que protegen. Esto, me imagino que deleitará al público que por meses se sintió ofen- dido por el sacrilegio en que incurrió la exposición Luchas por el arte al sa- carles tal elemento y situar las piezas una junto a la otra, en lo que llamaron un “collage” (como si no existiera ya una palabra mágica para el ordena- miento de las obras: montaje). El gran evento que nos traen estos ansiados marcos es la exposición Epi- sodio Monvoisin. Un pintor francés en el Chile del siglo xix , ubicada en la Sala Matta del mnba y curada por el ar- gentino Roberto Amigo. Esta muestra se enmarca en un proyecto llamado Monvoisin en América, donde parti- ciparon más de 30 investigadores de toda la región. La propuesta implicó coordinar 14 instituciones, que pres- taron piezas que nunca habían estado juntas en exhibición, así como tam- bién revisar en profundidad la propia colección del mnba, que llegó incluso a adquirir una pieza para complemen- tar su propio acervo. Este tipo de exposiciones son siem- pre un éxito seguro, ya que el lenguaje pictórico de Monvoisin, anclado en el academicismo francés del siglo xix, tiene una buena recepción en el pú- blico, que suele mirar pasmado cómo cada pincelada se hace invisible a sí misma y la mano del artista termina por engañar al ojo en una gesta casi pigmaliónica. Hay que reconocer que tiene algo de reconfortante asistir a una muestra como esta, donde la in- vestigación se hace notar y de unmodo amable, pero no por ello menos rigu- rosa. Esta cuestión se percibe en los distintos niveles de información que manejan los recursos museográficos, que permiten a los visitantes profun- dizar en las piezas, pero, a la vez, andar libremente por toda la sala sin imponer recorridos ni infografías cansinas. La gran cantidad de pinturas (entre las que encontramos algunas realiza- das por el círculo del artista francés: Gregorio Torres y Clara Filleul) requie- re de una visita con mucho tiempo, lo que podría verse afectado por la falta de zonas de descanso (bancas o pisos, como lo hacen muchos museos del mundo). Si bien la Sala Matta no pa- rece extensa, el recorrido propuesto por el curador, junto con el importan- te número de piezas, podría hacerse algo pesado. Todas estas pinturas y el modo de ser espectador que promue- ven requieren de una mirada pausada y bien escrutadora: cada centímetro de la tela puede ser observado por lar- gos minutos, como así también cada uno de los recursos iconográficos a los que echómano el pintor francés, entre ellos, un amplio repertorio emocional, étnico, de indumentaria y de poses. Sin ir más lejos, la tela más grande, titulada “Aristómene” (1824), mide 270 x 210 centímetros, y es una enor- me pieza que uno podría estar horas observando detalladamente para lo- grar comprender a plenitud el modo en que el artista logra conseguir tal proeza técnica. Tanto el increíble- mente logrado trabajo anatómico de los personajes, así como la configura- ción facial del personaje central y el dramático claroscuro convierten a la pintura en un espectáculo que transi- ta entre lo ilustrativo y lo teatral. Esto último es quizás lo más im- portante de toda la exposición, que como debemos entender, no es solo el reflejo idéntico de lo que los in- vestigadores concluyeron en sus Episodio Monvoisin. Un pintor francés en el Chile del siglo xix, en el mnba El retorno de las bellas artes artes 56
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