Palabra Pública N°34 mayo-junio 2025 - Universidad de Chile
parte de la manera en que la ia procesa la información. Manos de ocho dedos, brazos que aparecen por cualquier parte, cuerpos que se funden con la ropa, caras extrañas. Mi primera reacción fue corregir esos errores, pero des- pués me pareció que tenían algo interesante y que no solo había que mantenerlos, sino que el proyecto debía militar en ese error y sacarle provecho. La extrañeza de esos cuerpos recuerda, además, a la que genera la misma inteligencia artificial. Este ser que no terminamos de entender y por el que nos sen- timos amenazados, que suena también a la manera en que han sido percibidas las corporalidades queer . —Y también funciona como una manera de contrarres- tar el riesgo de que estas imágenes nos hagan olvidar el pasado de violencias que impidió la existencia de este tipo de representaciones. Hay un riesgo en la ficción de borrar esa violencia. Estos ejercicios podrían entenderse como parte de esos proyectos de las industrias culturales que es- tán proponiendo reimaginar un pasado distinto para las minorías, como la serie televisiva Bridgerton , por ejemplo, que te muestra una realeza negra en la Inglaterra del siglo xix. Es interesante la reivindicación de otro pasado posi- ble, pero también es complejo borrar la violencia, como si nunca hubiese habido esclavitud. El error funciona como un límite ético-político para contrarrestar el riesgo de que estas imágenes sean demasiado creíbles. En una de las imágenes aparecen dos hombres ca- minando de espaldas tomados de la mano y con el paisaje de un desierto de fondo. Ahí hay un montaje visual que provoca emoción y que es parte constitu- tiva de la obra. Con elementos como ese, ¿no sientes que se le puede atribuir a la ia una parte de la autoría en la creación de estas imágenes? —Es un tema interesante. He trabajado en distin- tos proyectos con diferentes modelos de inteligencia artificial y a veces la percibo como una prótesis de la imaginación, otras como una herramienta utilitaria o la experimento con mayor capacidad de agencia, y en ocasiones me sorprendo de ciertas capacidades creati- vas que exceden lo que había imaginado. Porque cuando escribes un prompt para producir una imagen, primero generas una imagen mental y, a partir de eso, se hace lo que Juan Martín Prada llama una écfrasis inversa, en el sentido de que la imagen todavía no existe, sino que es una descripción previa de una imagen hipotética futura. Luego viene un proceso de confrontación entre tu ima- gen mental codificada en un texto entregado al sistema y cómo este lo procesa, es decir, qué tanto se acerca a lo que tenías en mente. A veces me sorprenden los resulta- dos. En esa sorpresa, podría decir que la ia no está lejos de la creatividad, entendiéndola de una manera muy poshumanista, simplemente como cognición creativa, como la capacidad de un sistema para generar respues- tas novedosas frente a desafíos inéditos. ¿Qué opinas del revuelo que está generando el desa- rrollo de la ia y su proyección futura? —Sin ser la Yolanda Sultana de la ia, porque nadie puede saber cómo será el futuro, creo que en el mejor de los casos se impondría un paradigma chino de desarro- llo tecnológico y económico. Quiero pensar que todo este momento neo-tecnofascista extraño que estamos vivien- do es el último coletazo de un Occidente en decadencia y el síntoma de una disputa por la hegemonía en vivo y en directo. Gran parte del revuelo tiene que ver con otros elementos del ensamblaje contemporáneo que no son la ia en sí, que, además, no es una tecnología nueva porque se viene desarrollando hace 70 años. El mismo concep- to de inteligencia artificial es problemático y debería entrar en discusión. Curiosamente, las polémicas más mediáticas han interpelado en un primer momento al arte, pero creo que será el campo menos afectado, porque en la historia del arte siempre se ha experimentado con las nuevas técnicas disponibles y el arte contemporáneo es un agujero negro capaz de absorberlo todo. El revue- lo tiene que ver con un “momento pop” de la ia, porque hay herramientas masivas al alcance de nuestra mano. Pero la gran transformación de la cognición técnica — para usar el concepto de Katherine Hayles— tendrá que ver con la configuración de un ecosistema técnico muy complejo del que seremos parte y que cambiará nuestras relaciones laborales y de saber/poder. Recuerdo que con Estudio San Martín hablaban de la utilización de la ia desde la posición del usuario más que del experto técnico. —Yo creo que el mismo desarrollo de la ia hará desa- parecer la idea del experto programador. Hace poco un programador me decía que ya está pensando en alternati- vas laborales porque en pocos años su trabajo va a quedar reducido a monitor de inteligencias artificiales programa- doras. Estamos entrando en un momento autogenerativo, donde las herramientas están logrando generar sus propias programaciones. Creo que llegaremos a un momento de posconocimiento experto pronto. Lo interesante es que es un tipo de tecnología que no se parece a otros fenómenos tecnológicos previos. Eso puede ser lo innovador: su posi- bilidad. El problema es que lo pensamos mucho desde la perspectiva humana, entonces tenemos esa ansiedad de un desarrollo que va a superar a los seres humanos. Tal vez lo que molesta es que manifiesta un golpe al ego humano, nos muestra que esa capacidad casi sobrenatural a la que llamamos inteligencia y autoconciencia no es más que la manifestación de una configuración orgánica particular producto de un determinado desarrollo evolutivo. Lo que a mí me parecería más lógico es que estas máquinas hechas de elementos distintos a los nuestros, tengan sus propias maneras de pensar y racionalizar. No tendrían por qué ser las mismas, al contrario, si la inteligencia y la autoconcien- cia son intensamente materiales, un sistema maquínico hecho de otros materiales no va a funcionar igual. 25
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