Palabra Pública N°34 mayo-junio 2025 - Universidad de Chile

desear la desconexión columna C ada vez es más recurrente el deseo de desconec- tarse de nuestras responsabilidades habituales; trabajos, estudios, impuestos y deudas. Incluso las reuniones familiares o las juntas con ami- gos o amigas han entrado en la agenda de la vida diaria, saturando nuestras energías y tiempos. Las maneras de entretenernos, la actividad deportiva o las expresiones del arte y la cultura no se escapan de la lógica capitalista que programa los modos de desocuparnos y agotarnos. Desconectarse, entonces, de todo aquello que implique la absorción de nuestro tiempo y la administración de la rutina diaria suena utópico, pero es el deseo imperan- te de los individuos hoy en día. La sensación de no tener tiempo genera efectos psicológicos impredecibles. La depresión, el aumento de la ansiedad y el estilo de vida autodestructivo son síntomas recurrentes ante la imposi- bilidad de cumplir con las expectativas establecidas por una sociedad que mide nuestros logros a partir del rendi- miento y la eficacia. Deestamanera, nuestraexistenciaseencuentrasometida a diferentes modalidades políticas, estéticas y psicológicas que funcionan como extractores de energía vital, y el modo de vida capitalista es el principal articulador de esto. Nues- tros cuerpos, por lo mismo, padecen estas consecuencias ante las exigencias productivas, somatizando todo tipo de reacciones y afecciones. De ahí que sea imperante revindi- car el ocio como una experiencia de desconexión absoluta, una que, a suvez, posee una fuerza genealógica insoslayable en el mundomoderno. El vocablo “ocio” es difícil de ser asimilado como un es- tado beneficioso para las formas de vidas contemporáneas, ya que está cargado de imágenes y percepciones que lo aso- cian con una condición de degradación moral y económica para los individuos. El origen del concepto se remonta a la antigüedad griega. Aristóteles fue uno de los primeros en destacar la importancia del ocio como unmodo de vida fun- damental para los asuntos comunitarios, ya que convivir en sociedad implicaba distinguir entre una existencia de- dicada a la paz y la nobleza, y otra orientada a la protección de lo común a través del trabajo y la guerra. Para eso hacía la distinción entre estar “en ocio” ( scholé ) o estar “sin-ocio” ( ascholé ). Esta división implicó un reparto de funciones en la comunidad, donde unos cuerpos se dedicaban a la vida contemplativayotros soloa las actividades laboriosas. Poste- riormente, la traslación histórica del ocio a la esfera pública romana adquirió otro significado práctico: la definición de otium , entendida como unmodo de vida orientado solo para los optimus , los agentes políticos que tenían como actividad y función diaria abocarse a los asuntos públicos, mientras que el resto hacía funcionar la cultura y la economía a través del neg-otium (o “neg-ocio”). En épocas escolásticas, el ocio ( scholé ) tomó un rol fundamental para la espiritualidad cris- tiana. La palabra scholé derivó al castellano “escuela”, lo que quiere decir que en el corazón de todo aquello que llamamos “escolar” hay una necesidad por los momentos de ocio, ya que todo proceso de formación escolar necesita de aquello que Santo Tomás llamaba la vita contemplativa . Sin embar- go, con la consolidación de las ciencias como explicación del mundo, lamodernidad trajoconsigounprogresivodeterioro de la contemplación y de su vínculo con la felicidad y el co- nocimiento. El imperio del trabajo —con sus aceleraciones, transformaciones espaciales inevitables y la exigencia de utilizar la razón y el pensamiento de manera instrumental y eficiente— terminó por desvalorizar, bajo la nueva lógica industrial, el tiempo libre de los individuos. Así, el ocio se tradujo en un estado onanista burgués y privilegiado, ani- quilando las virtudes de la pereza y el cuidado de sí mismo que Paul Lafargue (1842-1911) —el yerno de Karl Marx—tan- to reclamaba para la vida del proletariado en el siglo xix, en pleno proceso de industrialización. Aunque el ocio cumple una función fun- damental tanto para los individuos como para las sociedades, en las formas de vida contemporáneas no suele ser percibido como algo beneficioso. Peor aún: se lo asocia con la degradación moral y la im- productividad económica. diego pérez pezoa Doctor en Filosofía por la U. de Chile. Investigador postdoctoral y docente de la Facultad de Artes de la U. de Chile. Es autor del libro El imperativo ocioso. Ensayo sobre la desocupación (2024). 16

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