Palabra Pública N°34 mayo-junio 2025 - Universidad de Chile
brasileña Suzana Herculano-Houzel en 2009. En cuanto a las células gliales, las estimaciones han osci- lado desde una proporción de 10:1 respecto a las neuronas hasta una re- lación más aceptada actualmente de 1:1, con variaciones regionales en el cerebro. Sin embargo, en el artículo, Ochenta y seis mil millones y contan- do: ¿conocemos el número de neuronas del cerebro humano? (2025), el mate- mático Alain Goriely señala que la heterogeneidad tanto dentro de un mismo cerebro como entre diferen- tes individuos hace difícil obtener estimaciones fiables de la cantidad total de células cerebrales. ¿Pero es realmente importante saber cuántas hay? Hoy, en que se confía tanto en el poder de las ciencias de datos, esta cifra suscita, paradojalmen- te, poco interés científico. Como señala Goriely, “sa- ber cuántas cosas hay en un sistema es fundamental para la mayoría de las disci- plinas científicas”, pero no para el sistema nervioso. Por ejemplo, la neurocientífica estadounidense Eve Marder mapeó con gran precisión las cerca de treinta neuro- nas y sus conexiones del sistema nervioso del sistema digestivo de las langostas, y aun así no pudo ex- plicar del todo su funcionamiento. Quizás esto se deba a que, como propone el neurocientífico Albert Moukheiber en el libro Neuromanía (2024), “la neurona no suele ser el nivel explicativo adecuado para en- tender nuestros comportamientos o la cognición; sería como observar un átomo de carbono para estudiar el funcionamiento de un automóvil”. En el otro extremo, entonces, para entender el sistema nervioso habría que entender “el automóvil comple- to”. Surge así una tercera pregunta: ¿cuál es la conexión entre el cerebro y el cuerpo? A la entrada del Hospi- tal del Salvador, en Providencia, hay un mural con una alegoría del tras- plante de órganos. Al alzar la vista, se ve una figura con una cabeza de aspecto humanoide con un embudo incrustado en la frente y, sobre él, un cerebro partido en dos evocando la idea de un trasplante cerebral, un tema recurrente en la ficción. En su novela Corazón de perro (1968), Mijaíl Bulgákov narra la transformación de un perro que, tras recibir las glándu- las pineales —esa parte del cerebro que, según el filósofo René Descartes, albergaba el alma humana— y los testículos de un criminal, se convier- te en un hombre tiránico. Ambos ejemplos sugieren un ce- rebro “dominante” controlando al cuerpo. En contraposición, en la no- vela Las manos de Orlac (1920), de Maurice Renard, el pianista Stephan Orlac, tras sufrir la mutilación de am- bas manos, recibe como trasplante las de un criminal. Esta vez no es el cerebro, sino las manos las que pa- recen imponerse, llevando a Orlac a sentirse dominado por instintos ase- sinos. Más allá de su verosimilitud científica, estas obras abordan la co- nexión cerebro-cuerpo. La intuición científica de Renard es más certera: existe un cierto grado de consenso científico, con la contribución clave del científico chileno Francisco Va- rela, sobre la importancia de la tríada cerebro-cuerpo-entorno en el siste- ma nervioso. El dolor constituye un muy buen ejemplo para entender la compleja conexión cerebro-cuerpo, en particular dos historias de heri- das por clavo reportadas en 2007 por Joel Dimsdale y Robert Dantzer. En la primera, un albañil acudió a urgencias con un dolor insoportable tras enterrarse un clavo que atravesa- ba su bota. Al retirarla, se descubrió que el clavo había pasado entre los dedos sin causar daño alguno al pie. En la segunda, un obrero consultó al dentista por un leve dolor de muela. Seis días antes, se había disparado accidentalmente con una pistola de clavos, y tenía un clavo que atravesa- ba desde la mandíbula superior hasta la base del cráneo, sin recordar el in- cidente. Estas dos historias, junto con el dolor de miembro fantasma (per- sistencia del dolor en un miembro amputado), el dolor neuropático cau- sado por daño al sistema nervioso y el dolor como señal de alerta de alguna otra enfermedad, ilustran, citando a Moukheiber, que no debemos “creer que todo ocurre en la cabeza o en el cuerpo: todo ocurre en ambos". Hemos planteado tres preguntas entre las múltiples que pudieran evocar las conexiones y descone- xiones neuronales, como la controvertida conexión o desconexión razón-emo- ción, realidad-imaginación, normal-patológico. Estas y muchísimas otras más nos interrogan sobre el aún enig- mático funcionamiento del sistema nervioso. Moukhei- ber recurre a la metáfora de “una sinfonía eléctrica y quí- mica” para describirlo. Una partitura, inspirada en una magis- tral y divertida lección de música de Leonard Bernstein, me parece más apropiada: una partitura contiene notas musicales que, tomadas por separado, no dicen mucho. La ex- periencia musical que viviremos cuando la orquesta suene resultará de la imbricada conexión entre la partitura, con su combinación de notas y anotaciones, la visión perso- nal del director, la interpretación de la orquesta y nuestra predisposición a la escucha. Lo enigmático, mara- villoso y a la vez perturbador de las conexiones y desconexiones neuro- nales es que pueden resultar en una infinidad posible de actos, desde lo abominable a lo sublime. Para apre- hender esa versatilidad, no podemos limitar nuestro estudio a la mera partitura. Como escribe Moukhei- ber, somos “mucho más que un cerebro en un cráneo”. “Nuestros cerebros creanmáquinas que inspiranmetáforas científicas, como la metáfora computacional derivada de los avances en informática. Sin embargo, estas resultan insuficientes para explicar el funcionamiento del sistema nervioso”. 15
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