Palabra Pública N°33 dic 2024 /ene 2025 - Universidad de Chile
E s una verdad universalmente aceptada que gran parte de los lectores nos enteramos de la existencia de Han Kang cuando le fue concedido el último Pre- mio Nobel de Literatura, en octubre de 2024. La vegetariana circuló hace dos años en algunos clubes de lectura, es verdad, peronopodríamos decir que en las riberas delMapocho estemosmuy al tanto de la literatura surcoreana y me- nos que nos esperábamos que ella fuera la premiada. Ocurrió en 2021, cuando lo recibió el anglo-tanzano Abdulrazak Gurnah, o en 2012, cuando se premió al chino Mo Yan. El Premio Nobel no solo supone lo obvio, una garantía de calidad literaria, sino también la visibi- lizaciónde unpaís, de una literatura, de una zona cultural. Estocolmo funciona, al menos teóri- camente, como un privilegiado centro de observación literaria. En su reciente libro sobre el premio, el profesor sueco Paul Tenngart describe esa pretensión de universalidad como una voluntad que ya estaba en el testamento de Al- fred Nobel. Existiría una equivalencia fundamental entre todas las obras lite- rarias de calidad, sin importar el lugar en el que se las haya escrito. A uno le suena como una ilusión algo ingenua, confieso. Pero el hecho de que sean una ilusión no hace menos fuerte a las ideas: las obras visibles desde Estocol- mo efectivamente representarían a la totalidad del mundo. La existencia de una dimensión mundial de la literatura, de un pre- mio que la celebra y de unos textos que postulamos como universalmente comprensibles, en resumen, nos pone frente a una contradicción que debería- mos tratar de explorar antes de juzgar una novela como La vegetariana . Sí, es posible la comunicación universal en- tre los seres humanos. O bien no, ello es imposible, solo podemos vivir en el mundo sumidos en el malentendido. La vegetariana es, justamente, la his- toria de un malentendido en tres actos, o bien la historia de tres malentendi- dos. Yeonghye, mujer joven, casada y sin hijos, decide un día que no comerá más carne. Esa es la sencilla premisa de la novela, el origen de su estructura tripartita. La primera sección se llama también “La vegetariana” y relata la reacción de su familia, incluyendo a su anodino marido, a sus padres, a sus hermanos e incluso a sus cuñados. La segunda parte, “La mancha mongóli- ca”, cuenta lo que puede llamarse con alguna libertad la exploración artística de esa decisión: el cuñadode Yeonghye, que se dedica a la videoperformance y a veces a la pintura, inicia una suerte de investigación sobre su caso utilizando libro ignacio álvarez Profesor del Departamento de Literatura de la U. de Chile. Es autor de El último neógrafo (2024), El curso que hice al revés (2022) y Novela y nación en el siglo xx chileno (2009), entre otros. La vegetariana, de Han Kang El PremioNobel y la literatura mundial las herramientas de su oficio. La tercera parte, “Los árboles en llamas”, cuenta lo que ocurre cuando la conducta de la jovenyanoes unanovedadextravagan- te ni tiene tampoco interés para el arte: el momento en que la hermana mayor debe hacerse cargo de ella en esto que es ahora una enfermedad. Último fami- liar disponible, se hace responsable de su estadía en un hospital psiquiátrico e intenta que esos especialistas al menos lamantengan con vida. Laprimerapartemuestra ladistancia enorme que hay entre la experiencia de las mujeres y las escasas posibilidades que una sociedad y una cultura patriar- cal les ofrecenparaexpresarla. ¿Por qué Yeonghye no come carne? Ella trata de responder, pero no logra hacerlo: “no puedo explicar la razón. Solamente puedo decir que es una sensación que no soporto”. La familia extendida con- vierte la cuestión en un drama social cuyo tema no es la mujer, sino la ver- güenza que su conducta produce en los demás, y luego los conocidos lovuelven un drama moral: “¿No os parece que la persona que come un poco de todo y sin hacer excepciones es a la que se le puede llamar ‘sana’ de verdad?”. En esa lectura, el malentendido evidente es entre la sociedad y una mujer que no se deja dominar por sus mandatos, partiendo por uno aparentemente ino- 56
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