Palabra Pública N°33 dic 2024 /ene 2025 - Universidad de Chile

diplomacia animal columna ¿ C uántas veces hemos escuchado hablar sobre “la supervivencia del más fuer- te” en contextos sociales humanos? Se trata de un cliché que muchos asumen como verdad, aunque, desde su controvertido origen en el darwinismo social, ha sido usado y mal usado una y otra vez para justificar las mayores barbaridades de la humani- dad en los últimos siglos —recordemos la eugenesia— y sus sistemas económicos dominantes. En realidad, la vas- ta complejidad de la vida rehúsa este encasillamiento. Por un lado, hay que reconocer que la violencia no solo es una manifestación ocasional, sino un componente habitual de las relaciones entre seres vivos, tanto entre individuos de unamisma o de distintas especies. Sin embargo, más allá del simplificado paradigma de la “ley de la selva”, otras formas de interacción abundan y dan forma a la evolución, reve- lando un espectro intrincado y matizado de relaciones, con espacio para el conflicto y la cooperación. A través de ejem- plos, podemos explorar laviolencia en lanaturalezanocomo una condena o una condonación de las atrocidades huma- nas como parte de nuestra supuesta “esencia”, sino como un componente de las dinámicas ecológicas y evolutivas. Si la naturaleza animal se redujese a una lucha constante por el poder y la supervivencia, los chimpancés serían los campeones de la brutalidad. Las guerras entre grupos de chimpancés han sido documentadas por décadas. Estas agresiones responden a conflictos por recursos, la búsqueda de dominación social, el acceso a hembras y el control terri- torial. La violencia está casi institucionalizada dentro de sus sociedades, en las que el líder de un grupo debe mantener su estatusmediante la capacidad para intimidar y someter a rivales, incluso a través demuertes violentas. Considerando que son nuestros parientes más cercanos, es tentador pen- sar que la cultura chimpancé explica y hasta justifica que los humanos no seamos capaces de erradicar la violencia. Sin embargo, este patrón de agresión no es universal en todos los primates. Los bonobos, tan cercanos al Homo sapiens como los chimpancés —pensemos que bonobos y chimpancés son hermanos y primos hermanos nuestros—, ofrecenuna imagen radicalmente diferente. Los bonobos se caracterizan por una organización social pacífica, en la que la cooperación, el afecto y las interacciones sexuales desem- peñan un papel fundamental en la resolución de conflictos. Podría decirse, de hecho, que son la encarnación de la frase “hacer el amor y no la guerra”. Esto muestra que, dentro de una misma familia evolutiva, la violencia no es una cons- tante, sino un carácter plástico que depende, en parte, del contexto social y de la dinámica de cada grupo. ¿Podemos justificar la violencia como algo inherente a los humanos por ser una característica de una de nuestras especies más cercanas? La respuesta reside más allá de la ubicua y falsa dicotomía entre naturaleza y cultura, y está en la mezcla de predisposiciones biológicas y las estructu- ras sociales que configuramos. En lugar de una naturaleza innatamente belicosa, observamos una variabilidad en las estrategias de vida que las especies adoptan, dependiendo de las condiciones en las que se encuentran. Pero el conflicto, la lucha y la competencia no son los únicos motores de la evolución. Aunque muchas culturas tradicionales lo saben desde hace milenios, y el pensador ruso Piotr Kropotkin (1842-1921) defendió la idea a fines del siglo xix, la cooperación y el altruismo también son estrate- giascrucialespara lasupervivenciaenlanaturaleza.Unbuen ejemplo son los murciélagos vampiros, que practican el al- truismodemanera sorprendente. Cuandounmurciélagono puede conseguir suficiente alimento, sus compañeros —no emparentados— le ofrecen parte de la sangre que recolecta- ron a cambio de nada más que la promesa de reciprocidad futura. Este comportamiento, que parece desafiar la lógica de la competencia individual o familiar, refuerza una idea En la naturaleza hay una gran diversidad de estrategias de interacción, violentas y pacíficas, y cada una cumple un rol en la evolución. En el caso de los primates, por dar un ejemplo, no todos los chimpancés sonmáquinas asesinas ni todos los bonobos candidatos al Nobel de la Paz. nélida pohl Doctora en Biología. Directora de Comunicaciones del Instituto de Ecología y Biodiversidad. Coordinadora del Postítulo en Comunicación de la Ciencia de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile. 42

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