Palabra Pública N°33 dic 2024 /ene 2025 - Universidad de Chile

E l siglo xxi suele asociarse a la idea de postmo- dernidad, lo que nos distanciaría del pasado por una diferencia civilizatoria, al menos en un sentido aspiracional. Queremos y creemos ser más civilizados, lo que se expresaría en realidades, principios y valores que nos distinguirían respecto de la barbarie de los siglos pretéritos. Sin embargo, la historia nunca ha sido lineal ni as- cendente. No corre de peor a mejor ni de menos a más. Claude Lévi-Strauss decía que la historia, más bien, se mueve a brincos, sin avanzar en una sola dirección. De forma contemporánea, conviven en nuestro mundo di- versos estadios culturales, incluso épocas que creíamos superadas. El filólogo español Juan Luis Conde, en La lengua del imperio (2008), advierte cómo hay comunida- des que parecen vivir “en la edad media”, mientras otros barrios parecen vivir “en el futuro”. Una manifestación que parece darle la razón son las guerras, que nos recuerdan que por más avances tecno- lógicos, científicos y políticos que logremos, persiste en nosotros un lado brutal, bárbaro, cavernario. Su realidad parece inevitable, porque es inherente a las ambiciones y dinámicas de poder. Es un fenómeno que permanece inscrito en las lógicas de quienes lideran, deciden y eje- cutan. Por eso, algunos sugieren que la única manera de evitar la guerra sería alterando sus variables y cambiando a quienes las han protagonizado. Y esos, tradicional y ma- yoritariamente, han sido los hombres. En 2015, el papa Francisco comentó que el mundo sería más pacífico si estuviera gobernado por mujeres y jóvenes, dada sumayor sensibilidadhacia la convivencia y la solidari- dad. Su afirmación no es novedosa, pero sí renueva un topos que acompaña a la sociedad occidental desde sus inicios. La guerra se ha planteado históricamente como un asun- to viril. La cultura griega antigua diferenció a hombres y mujeres a partir de su naturaleza. Los varones serían seres racionales, capaces de dominar sus pasiones para tomar decisiones conscientes y hacerse responsables de ellas. Las mujeres, en cambio, se distinguirían por su emocionalidad y su volubilidad, lo que las marginó de los ámbitos de ac- ción donde se requiriera “pensar con la cabeza”, como la política y la guerra. A ellas correspondió el ámbito de los cuidados y del servicio —el hogar—, donde las emociones y el amor constituyen cualidades fundamentales. El campo militar fue, por tanto, un mundo varonil. Allí los hombres podrían probar y demostrar su exce- lencia. Sin ir más lejos, la raíz etimológica de la palabra griega que define al hombre — andros — es la misma que define a la virtud de la valentía — andreia —. Es decir, lo propio de los varones es ser valientes. Las mujeres, por el contrario, quedaron marginadas de ese ámbito de ac- ción, relegadas a la condición de víctimas dolientes y pacientes. La única excepción la constituirían algunas amazonas, guerreras que, renunciando a su feminidad, adoptan actitudes varoniles en el combate. Aunque el tiempo ha transcurrido y las categorías de lo femenino y masculino han sido ampliamente cuestio- nadas y redefinidas, esta idea binaria ha subsistido. Se refleja en las palabras del papa, representativas de mu- chas otras expresadas por diversas personalidades a lo largo de la historia, fortalecidas por las voces feministas que han llamado a incorporar a las mujeres en el quehacer político, argumentando desde los atributos y perspectivas que nosotras podríamos aportar. Vaya paradoja. En la medida en que se ha sostenido la disolución de los estereotipos sexuales para abrirnos a la construcción cultural del género, se han defendido también laguerra en femenino columna Es paradójico que, en una época que cuestiona los estereotipos de género, persista la noción de que las mujeres tenemos una inclinación hacia la paz. La insistencia en atribuirnos esa vocación puede ser un eco de las mismas construcciones culturales que históricamente marginaron a las mujeres de los espacios políticos. maría gabriela huidobro Doctora en Historia por la puc. Es autora de El imaginario de la guerra de Arauco (2017) y Mujeres en la historia de Chile (2024). Decana de la Facultad de Educa- ción y Ciencias Sociales unab. 14

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