Palabra Pública N°33 dic 2024 /ene 2025 - Universidad de Chile
cultural, sino todo lo contrario: un efecto del miedo a la intemperie que implica el “fin del mundo” (conocido), fortaleciendo la dimensión policial y militar del Estado. Lo anterior nos plantea la pregunta por el lugar del Estado en nuestro tiempo . La actual conflictividad en el territorio de las relaciones internacionales nos remite justamente a la figura ausente de ese Estado mundial que, de acuerdo con Kant, repugna a la razón humana. Me refiero a que cuando atendemos al régimen internacional de la violencia, se nos viene la imagen de un territorio donde no existe el Estado (mundial). Esto no significa que este debiese existir, sino que, en ausencia de un “sheriff”, la guerra opera como una categoría sin la cual no es posible concebir el orden internacional, donde la inteligencia militar es un factor determinante. Se impone el principio de la eficacia por sobre el de la justicia. La pregunta “¿quién domina elmundo?”—el título de un libro de Noam Chomsky— nos señala ella misma la dirección de la respuesta, pues da cuenta de lo que he denominado el clima de “fin del mun- do”. Chomsky concluye en su libro que la cuestión de fondo es ¿qué principios y valores gobiernan el mundo? Para- dójicamente, responderíamos a esto diciendo: democracia representativa, libertad de información, Derechos Humanos, seguridad, autonomía, para luego agregar las consabidas co- millas. ¿Por qué? Pues, porque ante cada conflicto que estalla en el mun- do, el poder esgrime alguno de estos principios como legitimación del im- perativo de eficacia . ¿Cuál es la reacción de los indivi- duos frente a la violencia que parece inherente al “ordenmundial” en la fase actual de la historia? Ante la mag- nitud de los conflictos, ¿estamos de antemano reducidos a la condición de impotentes espectadores? Como ha demostrado Wendy Brown, la proli- feración de muros de todo tipo (cuyo sentido último es una prohibición que cae sobre la existencia del “otro”) ya no corresponde al ejercicio de la sobera- nía del Estadonación, sino que expresa suprogresivodebilitamiento. El Estado ya no logra contrarrestar el sentimien- to de inseguridad en la fase actual del neoliberalismo. Si el Estado individua para gobernar, el miedo clausura lo humano en la fragilidad de esa indivi- duación. Comoobservaacertadamente Agamben: “La tarea primordial de los gobiernos parece haberse converti- do en la difusión generalizada entre los ciudadanos de un sentimiento de inseguridad e incluso de pánico, coin- cidente con una compresión extrema de sus libertades, que precisamente en esa inseguridad encuentra su justifica- ción”. Domiciliarse en la impotencia es la antesala del miedo y, luego, del odio, cuando la única “salida” es la identifi- cación del chivo expiatorio . Entonces la interioridad de los individuos se trans- forma en la madriguera del racismo, del sexismo, del clasismo. Comprender la prepotente relación entre miedo y odio puede ser el pri- mer paso hacia un mundo distinto a este que ha llegado a su fin. Palestinos buscan supervivientes entre los escombros de un edificio del campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza, en octubre de 2023. Crédito: Mahmud Hams/afp 9
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