Palabra Pública N°33 dic 2024 /ene 2025 - Universidad de Chile
tas diferencias “culturales” el odio en nuestro tiempo? Un elemento que se suma a la emergencia mediática de las “diferencias culturales” es el ac- tual fenómeno de las migraciones. En el 2018, la cantidad de migran- tes en el mundo se calculaba en 258 millones. Según el Informe de las Mi- graciones en el mundo 2024 de la onu, existen en este momento 281 millones de migrantes internacionales. Esta situación, sumada a la actual crisis energética (por primera vez realmente mundial) y la amenaza de un conflicto nuclear que ha vuelto a estar presente, provoca en el mundo un clima de mie- do e inseguridad permanentes. Se ha naturalizado la expresión “política del miedo” para dar cuenta de la manipulación que gobiernos y líderes autoritarios hacen de la infor- mación y los estados de alarma en la población con el objetivo de producir formas de cohesión ciudadana bajo la identidad del Estado nación. ¿Es el miedo en política una emoción natural? Corey Robin (autor de El miedo. Historia de una idea política ) es- tablece la diferencia entre un “miedo horizontal”, que consiste en el miedo a un enemigo externo, y el “miedo vertical”, que se da al interior de la so- ciedad, el miedo de los subordinados respecto de sus superiores. Planteado de esa manera, el miedo parece ser una emoción que resulta imposible de erradicar del todo. ¿Cuándo sucede entonces que el miedo se transforma en algo definitivamente perjudicial? Si consideramos que en el horizonte de la modernidad la tarea principal del Estado es evitar hasta donde sea posible el miedo de los individuos en sus distintas formas (miedo al des- empleo, a la injusticia, a la vejez, a la indignidad, etc.), una cuestión fun- damental es en qué circunstancias esta emoción puede transformarse en un recurso de la política . Esto suce- de cuando el miedo se convierte en impotencia , es decir, cuando el indi- viduo se entrega a la “orientación” de un poder superior que le hace saber no solo qué debe hacer, sino a qué o a quién debe concretamente temer; quién es “el otro”. Aquella impotencia es algo que se hace sentirenlos individuos ,yningún lí- der político pretende “representar” ese pathos de fragilidad ante la intemperie sin utilizarlo en favor de su potencia de gobernanza. El proceso general de se- cularización, como efecto de procesos globales de modernización y acelera- ción,noimplicaensímismounclimade intemperie si no va asociado a circuns- tancias estructurales de desigualdad e indefensión. Me refiero a que hay que preguntarse en qué medida la es- tatura “culturalista” que adquieren los conflictos son resultado de malas decisiones políticas o directa mani- pulación de memorias identitarias. El evidente aumento de la xenofobia ante los flujos migratorios internacionales masivos ha de llamarnos la atención. ¿Cómo es que en un planeta econó- mica e informáticamente globalizado las fronteras culturales parecen no solo mantenerse, sino incluso fortalecerse? Hacia fines del siglo xx, Samuel Huntington propuso la tesis del “cho- que de civilizaciones”, según la cual lo medular de los conflictos en el nuevo ordenmundial, post-GuerraFría,nose- ría de carácter ideológico o económico, sino cultural . ¿Se trata efectivamente del “retorno” de diferencias culturales irreconciliables? La cuestión amerita detenerse en ella. En este espacio me limito a enunciar la hipótesis de que una violenta demarcación entre “no- sotros” y “los otros” no es en sí misma Migrantes de Turquía, Jordania, Guatemala, Nicaragua, China, India y Colombia esperan ser procesados por agentes de Adua- nas en California, tras caminar desde México hacia Estados Unidos el 5 de junio de 2024. Crédito: Frederic J. Brown/afp 8
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