Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile

“D esde la psicología, hay dos maneras de entender la normalidad: lo que es más frecuente en términos estadísti- cos y la noción valórica de lo ideal o lo socialmente aceptado. Bajo esta última definición, la nor- malidad es una forma de vivir en común que la sociedad establece, un orden determinado con ideales de conviven- cia y de trato. Los derechos humanos, por ejemplo, es lo que esperamos como normalidad. Sin embargo, también implican problemas respecto de cómo y para qué se usan. En el psicoanálisis se ha criticado mucho la noción de lo normal porque se entiende la subjetividad precisamente por su oposición a esta, es decir, yo soy sujeto en la medi- da en que soy distinto. El punto allí es la valoración de esa singularidad versus la homogeneidad. De ahí proviene, por ejemplo, la categoría de lo normopatológico, aquellos que son demasiado normales y no se dan ninguna libertad por fuera de la norma. Debido a que somos seres norma- dos, siempre hay algo a lo cual tenemos que renunciar, y eso tiene que poder encontrar un destino. Todos tuvimos un momento de rebelión en nuestra vida, en que nues- tras desviaciones encontraron soluciones particulares: de ahí vienen nuestros hobbies, nuestras pasiones, etcétera. Y muchas veces esas soluciones son capaces de generar transformaciones sociales en el largo plazo que reelabo- rarán una norma con sus propias formas de desviación. El filósofo Georges Canguilhem, en su libro Lo normal y lo patológico (1974), defiende que las anormalidades sola- mente pueden ocurrir dentro de un espectro humano, es decir, las anormalidades biológicas no van más allá de la biología, no vienen de leyes extraterrestres. Lo anormal no es inhumano o extrahumano, es parte de nuestra humani- dad y, por lo tanto, de nuestra forma de ser seres sociales. La sociedad tiene que hacerse cargo tanto de sus externa- lidades positivas, como de las negativas: la delincuencia, la pobreza, o la violencia no son cuestiones que vengan de cualquier lado, son formas que se desvían en función de los mismos órdenes sociales que están operando. La socie- dad tiene que hacerse cargo y no simplemente decir ‘es un anormal o asocial’ y dejarlo fuera. Hay que entender que la normalidad se trata de un problema de poder que debe ser reflexionado en los contextos históricos y sociales en donde se despliega. Por ello hay que mantener un espíritu crítico frente a todo aquello que se norma”. “P odemos entender el concepto de nor- malidad desde la filosofía moral de tres maneras: descriptiva, prescriptiva o par- ticularista. Generalmente, pensamos que una conducta habitual o común es algo normal. Por ejem- plo, en una sociedad, ayudar a una persona necesitada podría considerarse una conducta normal. Eso sería una manera descriptiva de entenderlo. Desde lo prescriptivo, la filosofía moral se basa en diferentes sistemas morales, como la deontología o el utilitarismo, para determinar principios que guíen nuestras acciones. La normalidad, en este sentido, estaría relacionada con la adherencia a esos principios. En el caso del utilitarismo, el principio moral nos dice que tenemos que buscar siempre la mayor can- tidad de felicidad para el mayor número de personas. Por ejemplo: un doctor y mi madre caen de un barco. Como estoy buscando la mayor cantidad de felicidad para el ma- yor número de personas, la obligación moral será salvar al doctor. En la deontología, en tanto, debemos actuar de acuerdo con el principio del imperativo categórico, un con- cepto central de la ética kantiana. Este nos obliga a actuar de acuerdo con máximas que queremos que se conviertan en ley universal. Pongo un caso: no podemos desear que todos mientan, porque esto destruiría la confianza y la co- municación en la sociedad, por lo que no podemos querer que se convierta en ley universal. Por último, la corriente del particularismo moral señala que los principios mora- les no existen o no sirven. Si un doctor y mi madre caen al agua, no pensaría en un principio moral, sino que ins- tintivamente salvaría a mi madre. El particularismo moral sostiene que actuamos basándonos en el contexto, en quién es la otra persona, en qué tipo de relación tenemos con ella y en otros elementos relevantes, pero no en princi- pios morales. Esta manera de entender la normalidad nos invita a cuestionar lo que se nos da por universal, porque en ello hay jerarquías y prejuicios, y se terminan asumiendo como normales cuestiones que en realidad no son éticas. Fenómenos contemporáneos como las movilizaciones feministas impulsan teorías particularistas como la ética del cuidado, la que propone que antes que buscar mejores principios [universales], deberíamos preocuparnos de ser mejores personas, que la moralidad no solo es justicia y derecho, sino también cuidado y confianza. La normalidad aquí es entendida de manera contextual y crítica”. esteban radiszcz Psicólogo y académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile daniela alegría Filósofa y académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile y de la U. Alberto Hurtado 7

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