Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile

palabra crítica En lo nuevo, ¿dónde trazar la fron- tera entre realidad y apariencia? —Walter Benjamin E s posible que no haya evento social con más reper- cusiones en nuestra historia reciente que el estallido so- cial de 2019. Ya sea por la elección de un gobierno progresista posterior a él, dos procesos constituyentes fraca- sados o el auge de la ultraderecha a escala local, todos los caminos pare- cen llevar al mismo punto: al síntoma de una crisis, la posibilidad frustra- da del cambio y el giro reaccionario como consecuencia. Esto se refleja en la discusión política. ¿Se trató de un “estallido delictual”, como lo lla- ma una parte de la derecha? ¿O de un “despertar social”, como afirman los llamados “octubristas”? ¿Qué pasó con las proclamas levantadas en su momento, como “Chile será la tumba del neoliberalismo”? ¿Y cómo inter- pretar la reciente encuesta del pnud donde se confirma que las demandas del estallido no se terminaron con el plebiscito de 2022? Como sea, se trató de un evento “colectivo”, ampliamen- te reconocido en la dura realidad de hechos cuyo sentido final se encuen- tra en disputa. Dada la dificultad por construir una narrativa unificada al respecto, el filósofo Sergio Rojas invitaba hace poco a apartarse del sentido común y a pensar en unmarcomás amplio para abordar la memoria de 2019, alejado de una politización militante. Por su parte, Nelly Richard, en su libro Tiem- pos y modos (2024), nos invita a poner en paréntesis las proclamas y narrati- vas épicas surgidas ahí para abrir un tiempo complejo, superpuesto de ca- pas e itinerarios específicos, atentos siempre a una tensión entre la opor- tunidad política (el tiempo ahora) y el “todavía no” (un tiempo suspendido). Una inquietud similar se ha veni- do formulando también desde el cine chileno: ¿cómo narrar lo ocurrido en 2019? Dentro de las más de 20 pelícu- las sobre el estallido social registradas en CineChile, destacan documentales con circulación en festivales, como Plano fijo: 100 registros en torno a Plaza Dignidad (Cristián Pérez, 2020) o Pri- mera (Vee Bravo, 2021), por lo general imbuidos de la crónica testimonial y de cierta épica cercana a las procla- mas del momento. Por otra parte, hace poco se anunciaba La fuente , una fic- ción protagonizada por Luis Gnecco desde el punto de vista del dueño del restaurante La Fuente Alemana, ata- cado por encontrarse en Plaza Italia. Es decir, un punto de vista contrario a la épica “octubrista” y en defensa de lo que desde la derecha llaman las verdaderas víctimas del estallido, los microemprendedores. Pero es, sin duda, Mi país imaginario (2022), de Patricio Guzmán, no solo el documental más visto, sino el que más buscórepresentarel origeny losefectos del estallido a través de una narración progresiva que terminaba de forma op- timista con un proceso constituyente en curso y la elección de Gabriel Boric. Ados años de su estreno, la realidad ha cambiado y el país también. La políti- ca parece estar perdida en una bruma y el pueblo que marchó en las calles está sumido en la decepción o la frag- mentación, mientras observa que las demandas de ese momento —mayor justicia social, mayor igualdad, mayor dignidad—no han sido cumplidas. Esta extensa introducción es para hablar de El que baila pasa (2023), de Carlos Araya, documental estrenado a través del circuito Miradoc y que el año pasado obtuvo el premio de la categoría Mejor película nacional en iván pinto Crítico de cine, investigador y docente. Editor de la revista LaFuga.cl. Investigador posdoctoral en fcei, Universidad de Chile. El que baila pasa, de Carlos Araya La frágil frontera del despertar cine 60

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