Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile

palabra de estudiante N uestra época se sitúa entre la modernidad histórica y el futuro prometido por el cine de ciencia ficción, incómodamente marcada por el recuerdo nostálgico de la utopía, mien- tras el anheloaceleracionistanosnubla la vista. Lo cierto es que vivimos en un tiempo extraño, difícil de interpretar y aúnmás difícil de nombrar: ¿podemos afirmar que aún somos parte de la mo- dernidad? ¿Nos encontramos acaso en la posmodernidad, o este concepto es unamentira que nos seguimos contan- dopara librarnos del pesohistórico que carga nuestro tiempo? La noción gene- ral parece ser—aunque nadie se atreve a desprenderse del todo de la idea de modernidad— que las condiciones de vida y la visión acerca del mundo y su futuro han cambiado tan drásticamen- tedesde inicios de siglo, quenos resulta imposible concebir que estemos toda- vía en ese período de la historia. Si existe un factor determinan- te de estos tiempos —uno capaz de configurar una nueva condición humana, y, en definitiva, una nueva normalidad—, sería el vertiginoso ritmo del desarrollo tecnológico. Pero esto no es lo único que determina el presente, sino más notoriamente la accesibilidad a las nuevas tecnologías por parte de la población, y su extensa implementación en los ámbitos más cotidianos de nuestra vida. Desde la telecomunicación hasta la ciber- seguridad, nos encontramos en un proceso de digitalización absoluta, un fenómeno global del que no podemos escapar: hoy podemos afirmar que vi- vimos en la era digital. La implementación tecnológica ha llegado a tal punto que hemos nor- malizado lo digital como una entidad omnipresente. Nos hemos acostum- brado rápidamente a interactuar de forma cotidiana con una presencia no humana, un ser sin cuerpo al que no podemos ver, pero que está siempre observándonos. La inteligencia arti- ficial nos resulta atractiva porque sus capacidades son similares a las nues- tras, pero al mismo tiempo, esto nos despierta una ansiedad instintiva, un rechazo ante aquello que intenta pa- recerse a un humano sin serlo. Más aún, nos hace cómplices de su terri- ble disfraz; al hablar con un chat ia le exponemos nuestros rasgos lingüís- ticos y expresivos, nuestras formas particulares de comunicarnos. Hay algo intrínsecamente siniestro en establecer comunicación con una entidad abstracta hecha de códigos, y a la vez tener conocimiento de que cada palabra que se escribe está sien- do utilizada para aprender a imitar la naturaleza humana. Es en este contexto donde surgen nuevas perspectivas del horror, que nos llevan a reflexionar sobre la experien- cia tétrica del mundo contemporáneo. Al desnaturalizar fenómenos propios de la era digital, como la sensación de hipervigilancia o las relaciones que establecemos con inteligencias artifi- ciales, se destapa un horror adyacente a la digitalidad, que no responde a las fantasías apocalípticas de la ciencia fic- ción, sino más bien a la inquietud que nos genera desconocer qué existe al otro lado de la pantalla. horrores digitales rayen libertad díaz Estudiante de Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile 52

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