Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile

Una vida medicalizada | En 2007, el periodista estadou- nidense Robert Whitaker encontró un informe publicado en el Journal of Nervous and Mental Disease que sugería que el consumo prolongado de psicofármacos estaba aso- ciado a diversos problemas de salud. Ese fue el punto de partida de una investigación que culminaría en Anatomía de una epidemia (2010), un libro donde expone cómo en Estados Unidos el número de pacientes con discapaci- dad por enfermedad mental se triplicó entre 1987 y 2007, justo el período en que la prescripción de medicamen- tos psiquiátricos aumentó. “¿Podría nuestro modelo de atención sanitaria basado en la medicación estar alimen- tando de algún modo imprevisto esta plaga moderna?”, se preguntaba Whitaker. Los médicos progresaban en el tratamiento de la leu- cemia y de enfermedades infecciosas como el sida, pero en el campo de la psiquiatría parecía suceder lo contrario. “El progreso no ha sido similar debido a la naturaleza de las enfermedades que se tratan”, dice Pablo Salinas. “Son entidades muchísimomás complejas, que obedecen a una gran cantidad de determinantes genéticos, sociales, del desarrollo y ambientales. Aún no logramos comprender del todo su etiología y desarrollo”, agrega. Whitaker advertía además sobre el aumento en la can- tidad de diagnósticos, un fenómeno que se conoce como “medicalización”. “Esto es, transformar los sufrimientos del día a día en problemas médicos, lo que ha conducido a un consumo de psicofármacos excesivo y naturalizado, sin considerar los efectos adversos que producen, fundamen- talmente cuando son tomados por largos períodos”, explica Sandra Caponi. Así, situaciones cotidianas como las dificul- tades para dormir o la timidez se convierten endiagnósticos como el trastorno de sueño o la fobia social. El problema, advierte, es que esto nos distrae de factores estructurales que producen malestar en la sociedad. “El neoliberalismo nos enseña que los problemas no son sociales, sino indivi- duales, y que somos nosotros quienes debemos gestionar nuestros conflictos y sufrimientos”, agrega. Un ejemplo de aflicciones que se hanmedicalizado es el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (tdah). Fue incluido en la tercera edición (1980) del Manual diag- nóstico y estadístico de los trastornos mentales , conocido también como el dsm (la “Biblia de la psiquiatría”). En consecuencia, millones de jóvenes en el mundo crecie- ron tomando medicamentos psicotrópicos. “El déficit de atención, la hiperactividad o el trastorno de oposición desafiante son patologías que encubren comportamien- tos que antes de los años 90 no eran tratados desde la perspectiva médica”, indica Caponi. “Es un problema que se sobrediagnostica. Se estima que hasta un 10% de los niños podría tener algún grado de tdah, pero probable- mente menos de la mitad de ellos requiere tratamiento farmacológico”, dice Pablo Salinas. Sobre esto, la psiquiatra Joanna Moncrieff advierte en el libro Hablando claro (2013) que “tomar medicación de forma habitual para cualquier clase de problema compor- tamental transmite un fuerte mensaje a los niños: les dice que no tienen el control de su propia conducta y que nece- sitan un fármaco para poder ser ‘buenos’”, El creciente número de personas bajo tratamiento far- macológico no solo se explica por la medicalización de problemas cotidianos y la expansión de los criterios diag- nósticos (que ha suscitado críticas al dsm, por la falta de evidencia científica de algunos trastornos incluidos y por la supuesta influencia de la industria farmacéutica en su elaboración), sino también por un mayor acceso a los servicios de salud. “En Chile, el cambio más significati- vo ocurrió cuando el ges (Garantías Explícitas en Salud) incorporó patologías de salud mental como la depresión. Ahí se abrió una ventana de oportunidad muy gran- de para que la gente accediera a atención, y es entonces cuando el número de pacientes, la cantidad de atencio- nes, el consumo de psicofármacos y los días de licencia por estas patologías aumentaron”, opina Salinas. Según el académico, el problema surge cuando se usan “psicofármacos en situaciones que no son realmente pa- tologías. Ahí es donde se empiezan a meter en la vida normal del individuo. Por ejemplo, para dormir, cuando el único problema que hay es higiene del sueño. O en el caso del tdah, para dejar a un niño más tranquilo o aumen- tar su rendimiento académico. Los tratamientos deben ser implementados por médicos o especialistas. Si uno se apega a la medicina basada en la evidencia, termina ha- ciendo tratamientos que son justificados”. “El problema surge cuando se usan “psicofármacos en situaciones que no son realmente patologías. Ahí es donde se empiezan a meter en la vida normal del individuo”, explica Pablo Salinas. 45

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