Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile

entre tu idea demasculinidad de ese entonces y tu pos- terior experiencia en la exploración del género? —Nunca hice una transición de género en el sentido con- vencional. Primero salí del clóset como camiona , porque el lesbianismode los años 80enEstadosUnidos y el ReinoUni- doerauna categoríamuy centrada en la identidad femenina. Ser una lesbianamasculinano estaba bien. Paramí loprime- ro fue establecer la masculinidad como un modo aceptado de identificaciónpara las lesbianas. También experimenté la disputa por el significado de la masculinidad con hombres trans que estaban saliendo del clóset a mediados de los 90, quienes trataban de decir que las camionas éramos solo mu- jeres lesbianas. Si el hombre trans era un hombre, entonces la masculinidad debía estar asociada con ser trans, y no con ser camiona . Pero a fines de los 90 y principios del 2000, el término camiona empezó a desaparecer cuando jóvenes que se definían así comenzaron a identificarse como personas trans. En ese tiempome negué a ser categorizada comomu- jer, me llamé amí misma una “ camiona transgénero”. Luego, cambiémi nombre a Jack y cambiémis pronombres. ¿Cuál fue la importancia de ese cambio? —A partir de entonces fue más fácil transitar, en parte debido al trabajo que hicimos en ese primer período y que a veces pasa desapercibido, pero sentamos las bases para todas las disputas contra el género normativo que vinieron después. No fue solo la aparición de los estudios trans lo que permitió todo eso, fue El género en disputa de [Judith] Butler (2001), Masculinidad femenina y otros textos muy prematuros que decían: “El género no se resume solo en las categorías de cisgénero o transgénero, hay muchas otras identificaciones en medio”. Este desarrollo continuó hasta alrededor de 2015, cuando se empezó a hablar de no binario. Mi propia experiencia de transición de género ha transitado todos esos cambios culturales y teóricos. ¿Qué rol juegan los nuevos lenguajes en estos pro- cesos? —Tengo 63 años y fui adolescente en la década de 1970, cuando no existía ninguna palabra para definirme. Nadie en la Europa de los 70 iba por ahí diciendo alegremente “soy lesbiana”. Si decías que alguien era lesbiana, era un insulto. Tampoco había un lenguaje para lo trans. Hace poco tuve una conversación con [Judith] Butler, donde le pregunté: “Si hubieras tenido acceso a la transexualidad cuando eras adolescente, ¿habrías hecho la transición?”, yme dijo que sí. Me lo preguntó de vuelta, y contesté que sí. Pero la realidad no fue así. No teníamos el lenguaje. No existía el término “transición”, que me permitiera decir “ojalá pudiera ser un niño o un hombre”. Era como desear vivir enMarte. Cuando nuestros cuerpos estaban cambiando [en la adolescencia], nos hubiera gustado poder decirle a alguien “no, no quie- ro esto”. ¿Habría tomado testosterona? Sí. A mi edad, hoy, ya no significa lo mismo hacerlo. Pero habría sido muy li- berador en ese entonces. Ojalá me lo hubieran ofrecido sin prejuicios, en lugar de decirme “es enfermo” o “estás en el cuerpo equivocado”. Preguntarse por el lenguaje es muy importante. Es difícil vivir en el mundo sin esas categorías. Jack Halberstam en el Salón Domeyko de la Universidad de Chile, en junio de 2024. Crédito: Felipe PoGa 28

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=