Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile
E n la feria local, mientras compro con mi hija pe- queña en su coche, se me acerca un desconocido. Le brillan los ojos: me quiere decir algo. Indica con un gesto discreto ami hija, que es rubia. El gesto se transforma en una convulsión amable de los labios, y por fin habla: “Es una niña mapuche, ¿verdad?”. El descenso desde las alturas del chiste es tan largo, teatral y contenido como la subida: quieredarmeunespaldarazo, peroseabstiene.Media hora después, se repite la escena con otro desconocido, salvo que esta vez dice: “¡Parece haitiana!”. Ambos sondemediana edad, de la vieja estirpe ñuñoína, profesores quizás, con un titubeo comedido al hablar que identifico como católico. Mi intención al contar esto no es acusar a los chilenos de racismo, aun si en otra oportunidad una anciana se nos acercó para felicitarme por haber “mejorado la raza”: toda- vía no decido si era en broma o no. En todo caso, no creo que los chilenos seanmás racistas que otros, y puede que lo sean menos, porque tienen algo que es más eficiente y un tanto más amable que el racismo: un gran sistema de cla- ses. Años atrás, el poeta Cristóbal Joannon —se considera de buena forma en Chile dejar caer en algún momento el nombre de un amigo—me preguntó si no consideraba que Chile era un país sumamente normal: quizás el más normal de todos. No dudé en contestar que sí. Pero a ambos se nos había olvidado ese detalle de las clases sociales, algo tan naturalizado aquí que no se dimensiona por mucho que se comente, y que es lo que más les llama la atención a los extranjeros cuando empiezan a conocer un país que, a pri- mera vista, parece tan sobrio y, justamente, normal. Supongo que no hay país que no tenga algún tipo de jerarquía social. Pero un empresario europeo que ha tra- bajado tanto en Chile como en Japón me expresó que el complejo de deferencias, tabús, códigos y amistades es más impenetrable aún en Chile que en este. Para tomar un caso relativamente simple de la dificultad que esto pue- de producir para los extranjeros, hace poco un argentino me contó que había asistido a una fiesta, no recuerdo si en La Dehesa o Lo Barnechea, y el anfitrión lo había echa- do. No se explicaba por qué; pensó que quizás porque se le había ocurrido cambiar la música. Pero entendió unos días después cuando el anfitrión retomó el contacto para aleccionarlo: había usado el baño de la nana (“¿Qué es una nana ?”, me preguntó alguna vez un español tras rela- cionarse con unos chilenos; aunque el mundo quizás esté más instruido ahora gracias a la película La nana , esa res- puesta chilena a Lo que queda del día ). Y si el extranjero trata de informarse, el intento tropieza con la tendencia nacional a exponer no lo que sucede en la vida real, sino lo que se supone que debería suceder, o lo que dice la Real Academia Española que sucede. Como cuando enmis primeros tiempos enChileme corregíanamablemen- te por hablar de “cigarros” en vez de “cigarrillos”, aunque yo lo hacía porque todos los chilenos que conocía decían “voy a comprar cigarros” y, jamás, “cigarrillos”. Pero un ejemplo lingüístico más pertinente es el uso de “tú” y “usted”. Si uno pregunta cómo se debe decidir entre uno y otro, le pueden explicar que “tú” es para los amigos, los niños y los perros, y “usted” para el resto; o lo que sea que dice la rae. En realidad, “tú” suele usarse en Chile, grosso modo , entre personas de la misma clase social, y “usted” para los de una clase superior o inferior. Como eu- ropeo, al parecer, tengo en Chile automáticamente cierta jerarquía, que hace que con un médico o incluso con un ministro de Estado mi forma de tratamiento sea “tú”. Pero no alcanzo a ser un aristócrata, por lo que mi trato con un terrateniente de alcurnia, un “don” alguien, será de “us- ted”; lo mismo que con su jardinero, otro “don”. un país casi normal columna En Chile, como en todas partes, hay códigos y jerar- quías sociales que, a ratos, parecen más impenetrables que las de—por ejemplo— Japón. Un ejemplo lin- güístico es el tuteo: hay quienes dicen que “tú” es para los amigos, los niños y los perros, y “us- ted” para lo que sea que dice la rae. neil davidson Escritor y traductor bri- tánico radicado en Chile desde 2001. Ha publicado los libros The Chilean Way (2010), El ceño radiante. Vida y poesía de Gerard Manley Hopkins (2015) y Us- ted está muy mal (2017). 16
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