Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile

Hoy, instado a detenerse en la normalidad de los días que corren, recuerda que en 2008 escribió un ensayo sobre Hobbes (reproducido en el libro Miedo, reverencia, terror , de 2014) que terminaba así: “Vivimos en un mundo donde los Estados usan la ame- naza del terror, la ejercen y a veces también la padecen. Un mundo de quienes buscan el control de las venerables y po- tentes armas de la religión, y que utilizan la religión como un arma. Un mundo en que los enormes Leviatanes se agi- tan de manera convulsiva, o se agazapan esperando que les llegue su hora. Unmundo semejante al que Hobbes interro- gó y acerca del cual teorizó. ”Pero algunos podrían sostener que Hobbes no so- lamente puede ayudarnos a imaginar el presente, sino también el futuro: un futu- ro lejano, no inevitable, pero tampoco imposible. Suponga- mos que la actual degradación de nuestro medioambiente continúa hasta alcanzar ni- veles hoy inimaginables: la contaminación del aire, del agua y de la tierra podrían amenazar la supervivencia de muchas especies anima- les, incluyendo al homo sapiens sapiens . Al llegar a ese escenario, un control global, que abarque en profundi- dad todos los espacios del mundo y todos los niveles de la vida de sus habitantes, podría resultar inevitable. La supervivencia de la especie humana impondría un pacto parecido al postulado por Hobbes: los individuos termi- narían renunciando a su libertad en favor de un súper Estado represivo, de un Leviatán infinitamente más po- deroso que los del pasado”. En este mundo, prosigue Ginzburg, “las cadenas de la so- ciedad amarrarían a todos los mortales con un nudo férreo, pero ya no para luchar contra la ‘naturaleza impía’, como escribió Giacomo Leopardi en su poema ‘La ginestra’, sino, por el contrario, para ir en ayuda de una naturaleza frágil, C uando el miedo se enseñoreaba, en plena pan- demia de coronavirus, renacía el interés por Thomas Hobbes: entre otras cosas, el filósofo in- glés del siglo xvii reflexionó sobre el temor como factor de subsistencia de las sociedades; también sobre el Leviatán, ese monstruo bíblico gigante hecho de cada uno de nosotros, una construcción cuya naturaleza ha venido por décadas desentrañando Carlo Ginzburg (Turín, 1939). Longseller por su libro El queso y los gusanos (1976), este pionero de la microhistoria —que entiende como “historia analítica”— ha pasado una vida asomándose a lo que la ex- periencia humana tiene de indicial, de conjetural, de la parte queriendo decirnos algo acer- ca del todo. El conocimiento histórico, piensa Ginzburg, “puede contribuir a nuestra comprensión del mundo al fa- miliarizarnos con sociedades distintas, con valores distintos, con distintas aproximaciones cognitivas a la realidad, con posibilidades históricas que pueden o no materializarse en el futuro”. Y la historia puede considerarse, así las cosas, “un correctivo para nuestra tendencia irrefrenable a adoptar una perspectiva etnocéntrica—provinciana, por lomismo—, que hacedenuestrospuntosdevista, denuestrosvalores, denues- tras actitudes, los únicos criterios para evaluar la realidad”. ¿Y qué fue de Hobbes? El redactor de estas líneas entrevistó por escrito a Ginzburg a fines de mayo de 2020, cuando se hablaba de una “nueva normalidad” para describir ese estado de asepsia, temor y semiparálisis que se padecía a lo largo y ancho del planeta. Y entonces el pensador inglés entró al baile, aun si solo fue- se para tener a Ginzburg constatando que “el pasado puede ayudarnos a descifrar el presente, e incluso a imaginar un futuro posible”. “[Las anomalías] aportan una rique- za cognitiva”, dice Ginzburg, ya que “revelan algo que está oculto. Mu- chas investigaciones inspiradas en la microhistoria han tratado de mostrar la riqueza de los casos anómalos”. 11

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