Palabra Pública N°32 sept - oct 2024 - Universidad de Chile

Los hombres normales no saben que todo es posible. —David Rousset 1. Dicen que los niños, los borrachos y los locos dicen la ver- dad. El dicho, además, insinúa una tenue nostalgia por la pérdida de una clase de verdad: directa, transparente, sinme- diación. Si los héroes de aquella forma de la verdad son los inocentes y también quienes “han perdido la cabeza”, es por- que el cálculo social despoja de tal transparencia. Crecer —la lucidez y la cordura— implica mentir y men- tirse. También hacer metáforas y chistes, decir de maneras oblicuas. Solo las almas bellas pueden decir sin responsabi- lidad sobre lo dicho. Así debieron hablar Adán y Eva. Antes: cuando eran niños o bacterias, seres sin sexo ni muerte. El relato sobre el origen nos habla precisamente de la ruptura con la que comienza la historia humana. El primer “no”, una ley caprichosa, da vuel- ta el mundo infantil. Antes de comer la manzana, la pareja ya tiene un dilema; por primera vez deben elegir. Pese a que culpan a la serpiente, no es solo hasta versiones posteriores que el animal encarna a un demonio, es decir, a un mal ex- terior. El relato no necesita a unmalo, basta el nacimiento de la prohibición para que emerja el mal y la elección a la vez. El mal es entonces el precio de la libertad. Esta es también la historia del nacimiento de la concien- cia. La Caída significa salir del mundo cerrado del estado animal, es apertura y conciencia hacia adentro y hacia afue- ra. Es el viaje, la búsqueda, el afán; todos esos nombres del deseo. Pero el deseo también es lío. A diferencia de otras especies, el ser humano no siempre escogerá su bien, tam- poco lo justo a sus necesidades. Su aptitud para la libertad es también la aptitud para hacer nudos. De ahí la nostalgia del dicho popular: envidiamos a los inocentes. Nos melan- colizamos con la niñez perdida, anhelamos la indiferencia animal y su vínculo tan propio con la naturaleza. Cada tanto el ser humano busca borrar su autoría en los actos, también borrar(se) la conciencia. Y a la vez, envidia a los dioses, espe- cíficamente la omnipotencia de actuar sin pagar los costos. Por cierto, comobuscóhacer laparejaedénica. PeroDiosno aceptó excusas. Y los castigó. Y los siguió castigando ya en las afuerasdel paraíso. Inclusodestruyóelmundo.Consideróque su criatura era incorregible. Pero, tras el diluvio, como si Dios hubiesemadurado, aceptó que el mal y el bien conviven; pro- metiónovolver acastigar asushijosy lesdelegó la tutelade su preservación. El relatodicealgomás. Paraarreglárselas acielo vacío, el ser humano recibió un instrumento adicional: la ley. La ley es la alianza que hace de la palabra un pacto, y crea una verdad (ligeramente mentirosa) que nos hace parar en los semáforos, decir padre, hijo, te amo o democracia. Ver- dades sin fundamento, y, sin embargo, como escribió Freud, “nuestrosmayores tesoros culturales”. Deahí enmás, elmundohumanonopodráhablar la lengua de los inocentes sin verse tentado con la locura. 2. Las leyes humanas se disputan, se trasgreden, pero otra cosa es ir en contra de la naturaleza misma de la ley. Tal empresa significa ir en contra del material ético con el que cuenta la especie. “La conciencia es un invento judío (…) las tablas del monte Sinaí hanperdidovalidez (…) si lanaturalezaes cruel, también nosotrospodemos serlo”. SonpalabrasdeHitler recogidaspor el investigador alemán Gunnar Heinsohn. Las figuras psico- páticas son las que buscan desmantelar la ley, demostrar que si nada es real, luego, todo es posible. Si son figuras malditas es porque encarnan el desafío de Lucifer: subió al más alto cielo. ¿Para qué? Para demostrar que se puede. ¡Y claro que se puede! Lo que los demonios (y los ingenuos) pierden de vista es que desmantelar todo tabúpuede ser un suicidio. Más allá de fascinarnos con las figuras malditas, debemos reparar en el cimiento del programa del nazismo: ir contra la conciencia. Tal apuesta habla la lengua de la locura, el detalle es que en el nazismo no hubo inocencia, sino razón. Lo que demuestra que la razón también puede volverse loca y trans- formar sudelirio en verdad. Al decir deFernandoPessoa, si eraposibleadorar aundios, era precisamente por sus casi nulas posibilidades de existir. Adorar en cambio a la humanidad llevaría inevitablemente, hablar como locos columna Corrientes como el nazismo, basadas en sistemas racionales, han probado que la razón también puede volverse loca. Es posible que para resistirse a la locura no baste una pastilla ni la cura por la palabra, sino que es la palabramisma a la que haya que curar. constanza michelson Psicoanalista y escritora. Es autora de los ensayos Nostalgia del desastre (2024), Hacer la noche (2022) y Hasta que valga la pena vivir (2020), entre otros libros. 8

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